Los ‘ayuntamientos Frankenstein’

En numerosas localidades catalanas se han producido pactos inverosímiles a la hora de escoger el alcalde

Sandra Guaita (PSC) és la nova alcaldessa de Reus, amb el suport d’ERC i PDECat, deixant Junts a l’oposició

En los últimos años ha hecho fortuna una expresión para designar los pactos políticos aparentemente antinatura. Se trata de la denominación de gobierno Frankenstein para este tipo de acuerdos. Se dan en todo tipo de gobiernos, pero dónde tienen más razón de existir es en el ámbito municipal, ámbito en el cual las fuerzas locales se rigen por dinámicas que escapan al control y a la lógica de las direcciones nacionales de los respectivos partidos. En Cataluña se han detectado dos fenómenos después de saberse los resultados de las elecciones del 28 de mayo: por un lado, el auge de los extremismos, tanto del españolista como del independentista; por otro lado, la necesaria conformación de gobiernos que escapan a toda lógica y que, a primera vista, dejan en evidencia las grandilocuentes declaraciones de los líderes políticos estableciendo líneas rojas que en el ámbito local se diluyen, o declarante enemigos irreconciliables los que acaban siendo sus socios en ayuntamientos pequeños.

Vilafant (Alt Empordà) es uno de los casos más curiosos de la geografía catalana. La correlación de fuerzas era proclive a un gobierno extraño: el PSC, con 5 regidores, no podía gobernar en solitario. Sus malas relaciones con ERC, que tiene 3 representantes, le ponían difícil la alcaldía, y más cuando otra fuerza emergente, como Som Vilafant-Tots Empordà (SV-TÉ), que irrumpe con 3 regidores, no estaba dispuesta a darle la alcaldía a Montserrat de la Clau, que sustituye la histórica socialista Consol Cantenys, 20 años a las listas y 14 como alcaldesa. La solución fue la alianza de los 5 regidores de PSC con el único representante de Junts por Vilafant y el único regidor de Ciutadans, que es el único representante que tiene el partido naranja a la demarcación de Girona. Es, a priori, un pacto contra natura entre juntaires, socialistas y Ciutadans, una formación que rechaza tanto independentistas como el PSC.

Otra población con pacto extraño es Calonge i Sant Antoni (Baix Empordà). El 2019, había ganado ERC, que fue desbancada el 2020 por una moción de censura. Fue el “pacto de la vergüenza”, calificado como tal por ERC, pero apoyado por Junts, el PSC, el PP y la fuerza local Republicanos. Miquel Bell-lloc (ERC), a quién fue a apoyar el mismo Sergi Sabrià, tuvo que dejar la vara a Jordi Soler. “Alguien se está equivocando de aliados”, alertó Sabrià. Pero resulta que el 2023, la historia ha cambiado: Junts pasó por encima de Esquerra y obtuvo 6 regidores (tenía 4) ante los 4 de ERC (que tenía 5). El PSC bajó de 3 a 2 y el PP mantiene uno. En un consistorio con 17 regidores (cinco partidos diferentes tienen un regidor cada uno, incluyendo lo PDECat), los socialistas mantienen ahora su pacto con Junts, y el PP completa el voto necesario para sumar la mayoría absoluta del hombre de Puigdemont en la localidad. En resumen: socialistas, populares y postconvergentes unidos en una extraña familia.

No deja de ser exótica también la alianza de PSC y CUP en una localidad como Sant Celoni (Vallès Oriental). Junts bajó de 2.709 votos a 2.377 pero aun así subió de 6 a 7 regidores. Las dos últimas legislaturas, este consistorio de 17 ediles fue gobernado por Junts con el apoyo de ERC. Pero los republicanos pasaron de 3 regidores el 2019 a solo uno el 2023. Mientras tanto, el PSC subió de 5 a 6, y la CUP se mantuvo con 3 representantes. El resultado es que una alianza antinatura entre el PSC y la CUP suma ahora la mayoría absoluta de 9 ediles, y esto ha arrebatado la vara a los juntaires. El socialista Eduard Vallhonesta (que llevaba como número 2 el exalcalde Joan Castany) será alcalde en lugar de Raül Garcia, a quien no le sirvió la presentación y el apoyo incondicional por parte del mismo Jordi Turull, secretario general de Junts. El malestar del partido postconvergente ha estado notorio, y así lo explicado en un comunicado, en el cual desvela que ofreció un pacto de gobierno a ERC y a la CUP para tener una “mayoría sólida que permitiera entomar los retos que necesita el municipio, a la vez que dábamos un mensaje de unidad entre nosotros”.

Está claro que PSC y la CUP chocarán a la legislatura, esencialmente en temas identitarios. Pero los cupaires esperan pactar las cuestiones que consideran irrenunciables con el frente independentista, y acorralar el PSC en determinados temas como las reivindicaciones independentistas o las “libertades nacionales”. Una nota del viernes 16 de junio de la candidatura de la CUP explica que “los motivos por haber optado por el PSC son de carácter programático, organizativo y estratégico. Desde la humildad, pero también con convencimiento, creemos que es la mejor opción para hacer avanzar Sant Celoni y la Batllòria y para mejorar las condicionas de vida de los vecinos y vecinas del pueblo”. PSC y CUP han mantenido conversas que han durado 15 horas para confeccionar un acuerdo de gobierno. “Por nosotros, el acuerdo no es solo un reparto de cargos y una declaración de intenciones. El acuerdo incorpora varios compromisos y medidas concretas que servirán para fiscalizar su cumplimiento y, también, define cuáles serán las líneas que seguirá el nuevo gobierno municipal”, dice el comunicado.

Desde la candidatura independentista son conscientes que “el posicionamiento en relación con las libertades nacionales es un punto de posible conflicto de esta coalición de gobierno. Es por eso que entre los compromisos pactados consten: hacer prevalecer la mayoría independentista del pleno del Ayuntamiento, mantener los símbolos que expresan la voluntad de la liberación nacional de los Països Catalans y elaborar un plan para promover el uso social del catalán dentro y fuera de las aulas. Remarcamos, también, que por nosotros la liberación y la soberanía de nuestro pueblo es un objetivo político que va mucho más allá de un proyecto partidista y electoral”.

Uno de los gobiernos Frankenstein que llaman más la atención es el de Tortosa, donde hubo una revuelta en contra de JxCat, el partido ganador, a quien un pacto a cuatro lo dejó sin la vara de alcalde. Junts rompió esquemas y pasó de 7 a 10 regidores, pero con esto no tuvo bastante. Se quedó a un regidor de la mayoría absoluta, y su candidata, Meritxell Roigé, del PDECat, fue relegada a la oposición. La culpa la tiene un gobierno Frankenstein formado por los otros tres partidos del consistorio: los 7 regidores del PSC, los 3 de ERC y uno de la CUP. El socialista Jordi Jordan será alcalde los dos primeros tercios de la legislatura, mientras que la republicana Mar Lleixà será alcaldesa el último tercio. No se hicieron esperar las reacciones de Meritxell Roigé, que calificó el pacto de “inaudito e insólito” y acusó la CUP de “ser monaguillos y muleta de un acuerdo con el único objetivo de desbancar Junts”. Ferran Bel, alcalde de Tortosa hasta el 2018 y actual diputado en el Congreso (recientemente ha anunciado que deja la política), reaccionó ante el frente contra su amiga: “Cómo paseará la señora Mar Lleixà por las calles de Tortosa y mirará los tortosins en los ojos diciéndolos yo soy vuestra alcaldesa? Se tiene que tener valor para hacer esto. Porque su partido ha perdido el 43% de los votos, un regidor, y dimite, o hace dimitir, su cabeza de lista [Xavier Faura] y otro regidor para hacer asumir la responsabilidad de los resultados. Y ella no apareció en toda la campaña más allá que para hacerse la foto. […] Es un pacto que responde a intereses personales y partidistas”, ha declarado Belio en el Canal TE.

En una situación parecida se encuentra Tàrrega (Urgell), donde JxCat arrasó con 8 regidores, a uno de la mayoría absoluta. Igual que en Tortosa, la republicana Alba Pijuan, con cinco regidores, pactó con el socialista Silveri Caro (3 regidores) y con la cupaire Laia Recasens (la CUP tiene un sol representando) para desbancar a la juntaire Rosa Maria Perelló.

Manresa es otra plaza con gobierno desconcertante. ERC mantuvo la victoria por la mínima, a pesar de perder un regidor (pasó de 8 a 7), mientras que Junts bajó de 8 a 6. Los dos perdieron un puñado de votos. El PSC, que también perdió casi 800 sufragios, se quedó con los 4 regidores que tenía y la CUP, que perdió 900, se quedó con sus 3 representantes. El republicano Marc Aloy, que podría forjar una mayoría absoluta justa con Junts, la candidatura encabezada por Ramon Bacardit, prefirió abrir negociaciones con Antoni Josep Valentí (PSC) y con Joan Vila (Ara Pacte Local, que sacó 2 regidores) para formar gobierno. Se trata de una alianza ERC-PSC-PDECat que no solo deja fuera Junts (que había gobernado con ERC la legislatura pasada alternándose la posesión de la alcaldía), sino que le manga cualquier posibilidad de participar en la gestión.

Los tres partidos del nuevo gobierno municipal son conscientes que los resultados electorales “muestren la desafección de una parte de la ciudadanía y, con este acuerdo, se propongan dar respuesta y trabajar para incrementar su implicación y mejorar su día a día, con iniciativas que aborden tanto los aspectos más cotidianos como los grandes retos relacionados con la promoción económica e industrial, la cohesión social, la inseguridad y el incivismo, la vivienda, la movilidad sostenible y la mejora de la vía pública”.

En Olot, ERC hizo fracasar un frente de izquierdas y resolvió dar la alcaldía a Junts. En la capital de la Garrotxa, los posconvergentes habían bajado de 11 a 8 regidores, aunque ganaron con claridad las elecciones. Pero esta bajada le provocó perder la mayoría absoluta (el consistorio olotí tiene 21 regidores). Los socialistes subieron de 3 a 4 y la CUP, de 2 a 4. Esquerra, que tenía 5, bajó a 3. Activamos y Vox tienen un regidor cada uno. La correlación de fuerzas era proclive en un gobierno Frankenstein, pero los personalismos hicieron ir a pique la operación: el cupaire Jordi Gasulla reclamaba la alcaldía, al ser la segunda fuerza más votada después de JxCat. El socialista Josep Guix propuso alternar la alcaldía con su candidato, a solo 251 votos del cupaire, pero ERC se descolgó del pacto porque exigía un alcalde independentista.

En Cambrils (Baix Camp), el pacto es a cuatro: ERC, PSC, JxCat y comunes suman 11 regidores, que le toman la alcaldía a Nou Moviment Ciutadà per Cambrils (NMC), que ganó los comicios con 6 regidores (los republicanos se quedaron con 4, mientras que socialistas y Junts tienen 3 cada uno, y comunes, uno).

En Campdevànol (Ripollès), la correlación de fuerzas ha forzado otra extraña alianza. Junts consiguió 4 concejalías, pero tuvo que pactar: apoyan a su alcalde los socialistas (2 regidores) y la CUP (un regidor).

A la Ràpita (Montsià), el pacto es casi protocolario: el PSC ganó con claridad y obtuvo 8 regidores (el consistorio tiene 17), pero ha sumado un pacto de gobierno con Junts (dos regidores), PDECat (un regidor) y los comunes (un regidor). A la oposición queda ERC, con 4 regidores y Más Ràpita con otro representante. También tiene cierta lógica el pacto en Reus (Baix Camp), donde Junts retrocedió de 7 a 5 representantes. El PSC ganó con claridad con 8 regidores (tenía 6) y ERC pasó de 6 a 5. Para garantizar la estabilidad, los partidos llegaron a un pacto de PSC, ERC y PDECat, que obtuvo dos representantes, cosa que garantiza una mayoría absoluta de 15 ediles de un total de 27.

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