¿Por qué los ‘senadores’ del Barça ya han abandonado a Laporta?

Joan Laporta

La asistencia de senadores del Barça en la convocatoria del miércoles en el Auditori 1899 del Camp Nou fue la más baja con diferencia desde que esa categoría de socios fue regulada y contemplada como una parte mayoritaria de la asamblea de compromisarios.

Joan Laporta apenas reunió a un centenar de senadores de los 1.000 convocados, lo que supone un descenso histórico y una prueba más, inequívoca, de la desafección generalizada, la indiferencia y la despreocupación de la masa social respecto de la junta directiva, y, en general, de su participación y peso en la actividad del club cuando se trata de tomar decisiones.

Es lógico, ya que el actual presidente se ha ocupado muy especialmente de que los socios se vayan sintiendo cada vez más alejados y distantes de la vida del club. Las asambleas telemáticas, controladas e inaccesibles para la mayoría, tan distintas y frías de las presenciales, han significado el definitivo aislamiento entre ambas partes y la ruptura, de hecho, de la que ya era una frágil conexión.

Aunque en las convocatorias telemáticas Laporta se ha querido asegurar la presencia de senadores a la carta, lo cierto es que para ellos estas citas han perdido todo el atractivo y, sobre todo, el protagonismo de sentirse considerados y escuchados como antes. Ahora más bien se les invita a formar parte de un decorado escogido por la junta y a alinearse incondicionalmente con la propaganda e intereses de la junta en sacar adelante sus propuestas como en su momento fue el caso del Espai Barça.

Hoy se sabe que la petición de 1.500 millones de límite de financiación para la mayor transformación patrimonial de la historia del club escondía un plan que nada tiene que ver con aquello que aprobaron los socios, muchos de ellos pertenecientes al Senado, que fue creado en su momento para asegurar la participación y presencia de una mayoría de socios veteranos y con experiencia en las asambleas. Lo integran los 1.000 primeros socios del club a los que se concedió el alto honor y la responsabilidad de su condición vitalicia de compromisarios.

Apenas un centenar escucharon a Laporta un discurso redondo, dorado y edulcorado sobre el caso Negreira -que no existe-, sobre los fichajes que llegarán -que serán importantes-, sobre los abonos de Montjuïc -que ahora sí son asequibles y antes no-, y sobre la ilusionante demolición de la tercera grada -que representa el futuro de un nuevo e impresionante Camp Nou-.

Los 900 senadores ausentes ya sospechaban, y por eso seguramente no respondieron a la convocatoria, que la confianza depositada en Laporta difícilmente podrá ser alterada haga lo que haga, tanto como su inclinación compulsiva a no decir una verdad ni equivocándose.

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