Prigozhin y el oro de Moscú

El magnate propietario de Wagner, Yevgani Prigozhin ha anunciado la victoria en Bakhmut tras una batalla que ha durado 224 días y que, según fuentes occidentales, ha costado la vida, o provocado heridas serias a entre 20.000 y 30.000 soldados rusos y, probablemente, a un número similar de militares ucranianos. Mucha sangre por un terreno sin ningún tipo de valor estratégico, pero rico en minas de yeso y sal.

Unas minas que despertaron la codicia de Prigozhin, hasta el punto de que el 6 de enero rompió una poco creíble tregua decretada por Putin con motivo de la Navidad ortodoxa para hacerse con esta ciudad. Controlar Bakhmut significa controlar sus minas y las minas son la base del negocio de Wagner y también de su influencia en el Kremlin.

Un negocio minero que cristalizó en África, aprovechando que gobiernos, como recientemente el de Mali, han decidido romper la alianza con Francia y expulsado a su ejército para combatir a los islamistas que se mueven por el Sahel y sustituirlo por los mercenarios de Wagner. Hoy la compañía también está presente en países como Burkina Faso, Eritrea, Guinea Conakry, República Centroafricana, donde tiene fuertes intereses en sus recursos naturales, y se sospecha de sus pretensiones golpistas en Chad. También está presente en Libia, donde sus hombres han apoyado el terreno a la facción liderada por Jalifa Haftar para garantizar la seguridad de los puertos de Tobruk y Derna con el fin de hacerse con la industria energética del país y controlar el flujo del petróleo hacia el sur de Europa.

Pero la perla de sus objetivos es Sudán, donde aterrizó en 2017, cuando el régimen islamista de Omar al-Bashir intentó apuntalar su poder a través de una alianza con Putin. Fue el momento en el que empresas como M. Invest y Meroe Gold, ambas controladas por Prigozhin, desembarcaron en el país africano para explotar sus minas de oro y metales raros. Cuando en 2019 se produjeron una serie de revueltas prodemocráticas en Sudán, los mercenarios de Wagner participaron como fuerzas de choque de al-Bashir, pero este apoyo no fue suficiente.

Bashir cayó y su sucesor, Abdel Fatta al Burhan, pese a marcar las distancias con Prigozhin, hizo la vista gorda ante el expolio de los recursos mineros del tercer productor africano de oro. Un oro que volaba de forma clandestina a Siria, donde Wagner protege las refinerías de petróleo de Bashir en Asad a cambio de una parte de sus ganancias, o directamente hacia Moscú. Un contrabando que ha hecho posible una acumulación de recursos que ha contribuido poderosamente a que la economía rusa aguante con dignidad el boicot económico de Occidente.

La cosa cambió en febrero del año pasado, pocos días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, cuando aduaneros del aeropuerto de Jartum detuvieron un avión con un cargamento de galletas, producto que el país africano no suele exportar. Al abrir las cajas se halló una tonelada de oro a punto de salir ilegalmente del país. Hoy Wagner tiene un papel importante dentro de las fuerzas que se han sublevado contra el gobierno sudanés, sobre todo en Darfur, donde están las empresas productoras de oro.

Este oro que llegaba de forma abundante a Moscú y sus hazañas en Ucrania han fortalecido el favor que Putin siempre ha dispensado a Prigozhin, hasta el punto que se ha atrevido a enfrentarse con el gobernador de San Petersburgo y, también, con el ministro de defensa, Sergei Shoigú y el jefe del Estado Mayor del ejército, Valeri Guerasimov.

Su creciente protagonismo político en un país propenso a las caídas por la ventana de los oligarcas que despuntan demasiado ha levantado especulaciones sobre sus ambiciones. Putin ejerce un liderazgo sólido, su puesto no peligra, pero envejece y muchas voces aseguran que está enfermo. Algunos de los miembros de su círculo más cercano, que recuerdan cómo Putin se deshizo de las personas del entorno de Yeltsin que le llevaron al poder, comienzan a pensar en su futuro.

Así, personajes como Yuri Kovalchuk, conocido como el banquero personal de Putin y con una gran influencia sobre el sátrapa del Kremlin, ofrecen su apoyo a un Prigozhin que, siguiendo el modelo de Trump, acusa de corrupción a los políticos del establishment ruso mientras intenta ocupar el espacio político del nacionalismo reaccionario y conservador que la muerte de Vladimir Zhirinovski, fundador del Partido Liberal Democrático, dejó vacante. Con ese propósito estaría intentando hacerse con el control del partido Rusia Justa, que hoy cuenta con 27 escaños en la Duma.

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