LaLiga no se cree el cuento de Laporta con el que quiere atraer a Messi

Su plan de viabilidad hace aguas antes del cierre de un ejercicio que consolidará unas pérdidas ordinarias de 200 millones y acumulará otro grave incumplimiento presupuestario

Laporta, amb la samarreta de Messi

Las novedades en torno al regreso de Leo Messi y la viabilidad de ese plan de rescate preparado por la directiva de Joan Laporta no ha convencido de momento a LaLiga, organismo que deberá validar ese artilugio financiero ideado entre Laporta y Eduard Romeu, por un lado, y entre Laporta y Ferran Olivé -el tesorero en funciones ejecutivas por expreso deseo del presidente-, por el otro.

En la práctica, así pues, existen dos líneas estratégicas en esta área del club, ya que ni siquiera el presidente ha sido capaz de conciliar y armonizar las visiones y el diferente protagonismo de Eduard Romeu, el vicepresidente económico, con ese otro directivo en funciones de semi director general, Ferran Olivé, perteneciente al núcleo duro y personal de Laporta, un presidente permisivo y se diría que hasta inclinado a estimular una rivalidad manifiesta que le parece divertida.

El resultado de este cóctel no puede ser bueno para un club que ya se encuentra en un estado económico y financiero crítico, ahogado por operaciones fantasiosas y con la apremiante necesidad de alcanzar un superávit de 250 millones antes del próximo 30 de junio, según el compromiso adquirido con LaLiga hace un año a cambio de validar la temeraria e insensata política de las palancas.

Ante ese primer y urgente reto, casi imposible, los deberes de este verano que agobian a Laporta pasan por asegurar también beneficios para la siguiente (2023-24), aplicando al mismo tiempo una rebaja de 200 millones en su masa salarial, bien adelgazando las nóminas o bien traspasando jugadores por al menos 100 millones netos. Además, está la financiación de un traslado a Montjuic que, implícitamente, ya supone una minoración de los ingresos de 50 millones, por lo menos, y debe hacer frente al primer plazo del crédito operativo concedido por Goldman Sachs en la primavera de 2021 para arrancar el mandato sin el peso de una deuda a corto insoportable.

¿Puede entrar el regreso de Messi en esos parámetros? En apariencia, rotundamente no. Sin embargo, para eso está el cuento de la lechera de Laporta, un relato que condiciona el reajuste y la recuperación exigidos por LaLiga precisamente al efecto de su retorno al Spotify Camp Nou. Es decir, que si se le permite fichar a Messi -que, a su vez, provocará una reacción comercial, publicitaria y social sin precedentes- con esos ingresos añadidos el Barça recobrará la estabilidad perdida.

LaLiga, claro está, no tiene ningún problema en admitir que esa jugada puede salir bien e, incluso, en aceptar de buen grado que Messi vuelva a la competición española. El problema es que ni Laporta es fiable ni tampoco sus irreconciliables responsables económicos, Eduard Romeu y Ferran Olivé, que ya han demostrado su absoluta incapacidad para cumplir con los presupuestos, agravados por una recaudación sustancialmente menor de la explotación ordinaria y por un incremento de los gastos generales. El suspenso de ambos en la materia es indiscutible y mayúsculo.

Por eso LaLiga va a seguir dándole largas a ese plan de viabilidad presentado hace unos días que, según algunas fuentes, contempla un aumento de los ingresos de 230 millones la próxima temporada, 150 millones en patrocinios y 80 millones en ticketing.

Un pronóstico ciertamente audaz y ambicioso que, si no va acompañado de argumentos muy convincentes y fehacientes, nadie en su sano juicio puede creerse, menos aún LaLiga que le rehizo la cuentas a Laporta de la temporada 2020-21 porque eran fantasiosas, manipuladas y con operaciones atípicas e incoherentes. Al desconcertante abuso e injustificada voluntad de batir el récord de pérdidas, al año siguiente hubo de replicar y de desandar el mal camino elegido con ese recurso de las palancas a la desesperada, aunque sin corregir, sino al contrario, el verdadero drama que supone consolidar y agudizar el déficit ordinario, estimado en 200 millones por temporada.

La viabilidad presuntamente imposible de Laporta se enfrenta ahora al rigor de la normativa en materia de control económico que obligadamente debe ejercer LaLiga de Javier Tebas, desde el año pasado facultada por la nueva Ley del Deporte. Un examen que difícilmente puede aprobar si no es a base de ir cumpliéndolo paso a paso. O sea, primero cerrar el ejercicio con 250 millones de ganancias, luego certificar una reducción efectiva de la masa salarial -como sea- y, finalmente, acreditar al menos una parte significativa de esa oleada de sponsors provocada por el retorno de Messi. La discrepancia, lógicamente, radica en que a Laporta le gustaría empezar por el tejado, como siempre, mientras que LaLiga no se puede aventurar a dejar en manos del presidente del Barça, demostradamente irresponsable y más inclinado a improvisar que a gestionar, unas cuentas de extremo riesgo, cogidas con alfileres y basadas en un horizonte de sucesos tan inestable.

Para empezar, la asamblea de socios del FC Barcelona validó un presupuesto para este ejercicio con 1.255 millones de ingresos, 1.065 millones de gastos y 190 millones de resultado de explotación, con 176 millones de beneficios financieros y 92 millones a restar del impuesto de sociedades, arrojando finalmente un beneficio neto de 274 millones. Teniendo en cuenta que 600 millones de los 1.255 millones provinieron de las ventas de derechos de TV y activos digitales a Sixth Street, Orpheus Media y Socios.com, el rendimiento ordinario de la temporada presentaba unos ingresos reales de 655 millones contra una previsión de gastos 1.065 millones, con 656 millones de salarios deportivos, 61 millones de salarios no deportivos, 244 millones de gastos generales y 104 millones de otros gastos. Un despropósito sin precedentes, parece que peor de lo previsto, pues algunas fuentes ya cifran en 190 millones el superávit de este ejercicio (el previsto era de 274 millones), lo que invita a pensar que, probablemente, hay de consumarse un traspaso llamativo antes del 30 de junio o desproveer esos millones con los que Laporta infló innecesariamente las pérdidas del ejercicio 2020-21. En el mejor de los casos, las pérdidas ordinarias, sin palancas, continuarán estables en 200 millones.

A Laporta, en definitiva, se le acaban los conejos de la chistera cuando ni siquiera ha empezado ese número final en el que pretende fichar a Messi con un cuento de hadas.

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