Laporta engendra un ‘staff’ de fútbol imposible, con bicefalia y bipolaridad

El inexplicable paso atrás de del director profesional, Mateu Alemany, y el precipitado aterrizaje de Deco, reclamado por el presidente, aseguran otra área disfuncional e ingobernable en un club caótico

Mateu Alemany

La realidad superando la ficción forma parte del actual decorado del Barça de Joan Laporta, donde cualquier cosa es posible, como el sorprendente amago de fuga de Mateu Alemany que ha acabado con su regreso, y, lo que resulta aún más alucinante, con la creación de una dirección del fútbol profesional con dos cabezas, pues mientras terminaba de vaciar los cajones de su oficina de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí, su sustituto, el exjugador Deco, ya estaba sentado en la silla aún caliente del mallorquín.

La surrealista escena y el no menos dislocado desenlace se produjeron el jueves pasado. Ambos se citaron para el traspaso de poderes y el recién llegado Deco se topó con la sorprendente marcha atrás de Mateu Alemany cuando ya había negociado y cerrado su incorporación para esa misma plaza.

Las incógnitas pretendidamente resueltas por las filtraciones oficiales dejan lagunas oceánicas. Relatan que, cumpliendo con su promesa de permitirle volver si se arrepentía de su decisión de fichar por el Aston Villa de la Premier, el presidente Joan Laporta readmitió a Alemany cuando este le comunicó su presunto arrepentimiento. Y, a continuación, justifican como un hecho normalizado, coherente y beneficioso para el club azulgrana que ambos pasen a formar una dupla en esa dirección de futbol y compartan despacho como primos hermanos.

Nada que ver, por supuesto, con la sucesión enrarecida de los hechos ni con el aberrante despropósito de esa bicefalia que, además, contiene una bipolaridad de caracteres, enfoques, profesionalidad, conocimientos, objetivos y de la propia naturaleza, tan distinta, de la relación personal con Laporta. Imposible armonizarla, a menos que ocurra lo imposible, no descartable, que cada cual fiche por su cuenta con la anuencia del presidente y el riesgo real de que ambos acaben contratando dos jugadores distintos para una misma posición.

Si se analiza, cuando el aparato mediático de Laporta anunció la marcha de Mateu Alemany el próximo 30 de junio, eligió el peor momento de la temporada: exactamente, al finalizar el Clásico de la Liga en el Spotify Camp Nou con victoria azulgrana, un triunfo que prácticamente sentenciaba el título a favor del equipo de Xavi. Las explicaciones de por qué aguar la fiesta con esa mala noticia en una coyuntura resultaron peregrinas, ininteligibles y soportadas sobre un extraño silencio por parte de Mateu Alemany, que no abrió la boca ni por su parte confirmó que hubiera alcanzado un acuerdo con el Aston Villa inglés.

Eso sí, se especuló con que la discrepancia con Laporta respecto al regreso de Messi era insalvable entre ambos, del mismo modo que en su pasó atrás también se ha interpretado en clave de renuncia por parte del presidente al alocado plan de traerlo de vuelta.

Lo que sí quedó claro es que a Laporta le faltó tiempo para llamar a Deco, agente de jugadores formado en el entorno de Jorge Mendes y comisionista del traspaso de Raphinha al Barça, un futbolista con todos los números de convertirse en carne de traspaso este verano. La posibilidad de que Laporta se precipitase anunciando el adiós de Alemany y trayendo a Deco al minuto siguiente toma carta de naturaleza cuando, por boca del propio club en su comunicado, dejó claro por activa y por pasiva que Alemany formalizaría y terminaría las operaciones en marcha hasta el 30 de junio.

La llegada a la carrera de Deco para hacerse con el control de la situación sugiere lo contrario y refuerza el entusiasmo de Laporta por deshacerse con prisas de alguien como Mateu Alemany que, en ocasiones, menos de las que quisiera Alemany y demasiadas para el irritable ánimo de Laporta, acababa imponiendo su criterio, más coherente y razonable, en cuestiones clave de la gestión del primer equipo. Laporta estaba encantado con la idea de sustituirlo por alguien como Deco, mudo, ciego y sordo, además de taciturno, cuando conviene en esas cumbres donde se deciden los fichajes y las renovaciones.

Luego está la cuestión, no menos importante y seguramente fundamental, de la resolución del finiquito de Alemany, que tiene contrato hasta el verano de 2024, que seguramente Laporta decidió solventar con un golpecito en la espalda y un abrazo a Mateu, acompañado de una frase tipo «no te preocupes por nada que lo solucionamos». El típico escenario en el que luego, a la hora de la verdad, el arreglo propuesto desde el club, como en el caso de Mateu Alemany, invita a no someterse a esas condiciones y sentarse a cumplir el contrato.

Hay que quedarse, para entender toda esta película, con la descripción de Josep Maria Minguella en TV3 sobre la figura de Deco: «Es un exjugador que, si no ha cambiado mucho, no tiene una comunicación verbal fluida y, aunque quizá me equivoque, no lo veo como un negociador, no tiene experiencia. Lo que hizo hace tiempo fue asociarse con Alejandro Echevarría, cuñado de Laporta, con quien hizo algunas cosas en Gabón con el excandidato excandidato Jaume Ferrer, organizando el fútbol por allí y llevando a Camacho como seleccionador, por cierto, con un ayudante tan experto como el hijo de Joan Laporta. Más tarde trajeron a Aubameyang del Arsenal al Camp Nou, que luego traspasaron al Chelsea, y finalmente a Raphinha».

Cuesta imaginar otra cosa que no sea otro órgano disfuncional e ingobernable insertado en el caótico día a día de la administración laportista, en esta caso con la absoluta certeza de que Alemany y Deco no son ninguna solución, sino otra anárquica e improvisada ocurrencia de Laporta. Precisamente, el escenario insoportable del que trataba de huir Mateu Alemany. Es curioso cuando menos.

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