El yunque de Tamames

El viraje de Ramon Tamames, del Partido Comunista a la extremísima derecha de Vox, puede haber sorprendido a propios y extraños, pero no a Santiago Carrillo. En el 2011, poco antes de su muerte (2012), en una entrevista concedida a un aún desconocido Pablo Iglesias, Carrillo ya desconfiaba del pelaje político de Tamames. Hablando del 23-F, decía: «Mire usted, yo tengo la convicción ahora de que Tamames sabía algo. Porque hizo dos veces declaraciones a favor de un gobierno presidido por los militares, y las dos veces tuve que hacer declaraciones públicas desautorizándole. Y toda la evolución posterior hacia la derecha de Tamames me hace pensar que él sabía algo». Pues eso, que la derechización del viejo excomunista viene de lejos y se ha ido cociendo a fuego lento a lo largo de una larga y dilatada vida.

Ya sin máscaras, Tamames ha protagonizado esta semana uno de los esperpentos más mayúsculo de los últimos años, prestándose como candidato de Vox en la fallida moción de censura a Pedro Sánchez, que parece haber hecho boomerang a los convocantes. Ni Ramon del Valle-Inclán hubiera imaginado tan grotesco espectáculo. El profesor culminaba así una reconversión ya intuida mucho antes por Carrillo. Un siempre lúcido Ferran Bel (PDECat) lo resumía así: «Nunca más diré que en este Congreso yo ya lo he visto todo».

La desvergüenza se ha saldado con humillación; uno tras otro, los diputados han censurado el despropósito. Decía Carrillo que “la vida es una lucha constante en la que eres martillo o yunque, y muchas veces eres yunque sin saber por qué lo eres”. En este caso, Tamames, mal asesorado probablemente por su compañero de juergas Fernando Sánchez Dragó, ha elegido ser yunque, y sus señorías han aprovechado la ocasión para afilar los útiles a martillazos, encima del sufrido Tamames. Me ha recordado la escena de la mítica película Aterriza como puedas, en la que los viajeros, uno tras otro, golpeaban a la pasajera histérica tratando de, presuntamente, calmarla.

Bien está lo que bien acaba. La fallida moción de Vox no ha pasado de pantomima, por suerte. Dos días perdidos por culpa de un grupo de energúmenos capitaneado por un viejo político trasnochado, con ansias de ser reina por un día. Tamames, tras arruinar el escaso crédito que le restaba, ha salido por donde había entrado. Se supone que fuera le esperaba el caballo que, una vez montado, le conduciría hacia su castillo, donde reposa el guerrero después de la última batalla, esperando que las múltiples heridas cicatricen lo antes posible. Amén.

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