64 partidos después

Celebro la victoria de Lionel Messi en el mundial de Qatar, tiene algo de justicia poética que el mejor jugador del mundo acabe ganando el mejor galardón del mundo. Dicho esto, y en lo demás, poco más que celebrar. 64 partidos esperando un gesto, y nada. La amenaza de la FIFA con sacar tarjeta amarilla a los jugadores que se atrevieran a ponerse el brazalete con los colores del arco iris y con las palabras “One love”, en solidaridad con el colectivo LGTBI, perseguido en Qatar, desactivó cualquier gesto. Escribía al inicio del Mundial que la esperanza es lo último que se pierde, y soñaba con que algún capitán de alguna selección desobedeciera, y que el árbitro que tuviera que sancionarle, también lo hiciera. Pero no ocurrió. Durante 64 partidos nadie se atrevió a hacerlo. Ganó Qatar y la hipocresía de todos.

Decía entonces: “Quien se atreva a desobedecer ganará el Mundial. ¿Dónde queda lo que decía Nelson Mandela?: “El deporte tiene el poder de inspirar. Tiene el poder de unir a la gente como pocas cosas tienen. El deporte puede crear esperanza donde alguna vez hubo sólo desesperanza. Es más poderoso que el gobierno para romper barreras raciales”. ¿De verdad que la discriminación y persecución de los gais y de las mujeres o las 6.500 personas que han muerto en la construcción de los estadios no merecen una triste tarjeta amarilla? No hacerlo, merece tarjeta roja directa”. Y me reafirmo. Todos expulsados.

Y después está la condena a muerte del futbolista iraní Amir Nasr-Azadani, de 26 años, acusado de defender los derechos de las mujeres de su país. ¿Qué ha hecho el fútbol, aprovechando el escaparate del Mundial, para defender a uno de los suyos? Nada de nada. Sólo los jugadores de la selección de Irán tuvieron el coraje de no cantar el himno de su país en el inicio de un partido y como señal de protesta. Y después el gobierno amenazó a sus familias si persistían en la protesta. Nadie más. Como si la cosa no fuera con ellos.

Y después nos llenaremos la boca de palabras vacías sobre los valores del deporte… En este caso, el deporte sólo habrá servido para tapar las vergüenzas de Qatar y para que unos pocos se hagan más ricos, y no hablo sólo de los jugadores, hablo del de los diputados del Parlamento Europeo, Eva Kaili y compañía, aquellos en los que queremos reflejarnos, que aceptaron sobornos de Qatar. Después encontraremos exagerada aquella frase de Honoré de Balzac que dice que “detrás de cada gran fortuna hay un delito” …

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