Vuelven los ‘selfies’ de la vergüenza del camarote de Laporta

Capitaneado por Enric Masip, el núcleo duro del presidente reaparece con fotos de la victoria tras permanecer oculto, sin dar la cara y señalando a Xavi en las derrotas y decepciones de negro octubre pasado

'Selfie' de Laporta a Mestalla

La directiva de Joan Laporta se ha empeñado en llevar hasta las más tristes y dantescas consecuencias eso de volverlo a hacer, un eslogan que prometía mucho pero que, a la hora de la verdad, se está limitando a confirmarse, por desgracia, en aquellos episodios menos gratificantes y decepcionantes, como repetir Europa League en las dos temporadas que le ha tocado presidir el club en esta segunda etapa.

De las noches tristísimas del empate frente al Inter en el Camp Nou, de la derrota en Milán o de las dos veces que el equipo de Xavi no ha podido mirar a los ojos al Bayern Múnich, como el año pasado, también en formato de ida y vuelta, dentro de esa tendencia a repetir los peores episodios y de volverlo a hacer, ninguno de los hermanos de camarote de Laporta ha colgado, tras alguno de esos encuentros, la típica foto de celebración y de alegría que se suelen hacer directivos y cuerpo técnico a modo de selfie victorioso.

Ahora hacía días que nadie se dejaba llevar por esa mala costumbre de hacerse la foto de equipo, la de los cortesanos del presidente, y de subirla a las redes dando a entender que realmente habían tenido algún mérito el triunfo del Barça, como ocurrió el sábado por la noche en Valencia.

No podía ser otro que Enric Masip el lanzado de turno, el que no pudo reprimir el impulso de dejar esa huella digital de la victoria tan oportunista, mezquina y provinciana en forma de tuit, una imagen de los cinco (Laporta, Masip, Cruyff, Alemany, Yuste y Laporta) a pie de campo del estadio de Mestalla una vez que hubo terminado el partido con ese único gol obtenido en el descuento.

La expresión de los atrapados en esa imagen para la posteridad es la de quienes se han sacado un peso de encima, tras el susto del ver el partido casi empatado, y se han dejado llevar, liberados, por un ataque de euforia.

No existe, en cambio, ninguna foto de ese mismo quinteto en los partidos anteriores, en los de Champions o en el Bernabéu. Tampoco comentarios ni explicaciones, sólo el silencio, la constricción y el esconderse en las redes sociales como los avestruces porque, comprensiva y estratégicamente, no toca salir a dar la cara cuando el equipo no gana o cuando flota en el ambiente ese malestar social, incipiente, por el mal resultado de una gestión con 870 millones de euros invertidos en palancas para seguir estando en el mismo punto de partida que el año pasado a estas alturas en la Champions League.

Aparecer sólo cuando la victoria le ha sonreído al equipo es propio de personajes de su bajo perfil, de su mediocridad y de su pobre mentalidad y espíritu. Son los cobardes que, con el presidente a la cabeza, acabaron las dos noches seguidas, en casa ante el Inter y el Bayern, despotricando de Xavi Hernández, de sus tácticas, sus alineaciones y sus pobre argumentos futbolísticos.

Lo hizo el presidente en voz alta y los demás asintieron porque de lo que se trata, cuando se pierde, es de señalar culpables fuera del palco, dar carnaza a la prensa para que el periodismo se ensañe con algunos capitanes y permitir que sea el entrenador quien cargue con las primeras y justificadas críticas.

Lo que se transmitió entonces desde el palco a los periodistas es que, frente al desencanto, el presidente y sus palancas habían cumplido con su parte de traerle a Xavi a Lewandowski i cinco más futbolistas, dando a entender que desde la directiva ya no se puede hacer mucho más y que si algo falla la responsabilidad debe concentrarse en ese banquillo que, en demasiadas ocasiones, lo que consigue es contagiar un exceso de nervios y hasta de histerismo.

Del palco nunca hay imágenes si no es porque, expresamente, a sus inquilinos les interesa, de acuerdo con la realización y producción de la señal, aparecer en algún momento o para enviar algún tipo de mensaje visual. Lo que sería el escenario mediático está controlado excepto que las bravatas y los excesos verbales del presidente acaban trascendiendo.

En la Liga, donde el nivel es desde luego del todo asequible para el equipo de los millonarios de Laporta, lógicamente las aguas han vuelto a su cauce, en estadio con la ayuda de la grada de animación a base de regalos y favores y, a nivel de relato periodístico, de filtrar que ya se trabaja en refuerzos para el mercado de invierno.

No es, sin embargo, la única vez que esta junta de Laporta se excede en esa visualización de imágenes como la de Valencia que tan bien expresan su frivolidad y esa falta de verdadera confianza y rigor en la gestión. Por eso pasan de jugar al escondite en los malos momentos a aparecer como héroes en cuanto hay posibilidad de ponerse una medalla.

La temporada pasada, con motivo del desplazamiento a San Mamés en el partido de Copa que dejó al equipo de Xavi fuera de la Copa, también circuló un selfie escandaloso y polémico previo al partido. La imagen retrató la numerosa y festiva delegación directiva y ejecutiva que acompañó al equipo tomada tras las habitual comilona y aún perceptibles los efluvios etílicos de la larga sobremesa hasta la hora de partido. Sin ningún complejo ni recato, la foto fue colgada en las redes y convertida en el foco de las críticas tras la derrota y la eliminación en la Copa.

La vicepresidenta institucional Elena Fort hubo de salir a explicar ese cuento de que no todos los quince personajes de la foto entre directivos, ejecutivos y colaboradores habían viajado con los gastos pagados por el FC Barcelona. Todo el mundo sabe cómo funcionan este tipo de cosas en el entorno doméstico de Laporta, que se hace acompañar por sus favoritos, por su camarote y por todos aquellos elegidos que, a su antojo, tienen la suerte caerle mejor que peor.

En teoría, existe un cierto control desde el área de comunicación para evitar que la cuentas personales tipo la de Enric Masip, que ya ha sido convenientemente aseada de sus desmanes y salidas de tono, no actúe por su cuenta y riesgo con este tipo de exhibiciones que no hacen sino evidenciar el resentimiento y la soberbia con la que en el fondo actúan espontáneamente, como si vivieran bajo un régimen de persecución y acoso externo. Esa reacción se explica porque, aunque esos fantasmas que ven por todas partes no existen, sólo son el producto de sus miedos por la pésima gestión del club, es a lo que se han dedicado todos estos años para echar a Rosell y Bartomeu.

(Visited 211 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

NOTÍCIES RELACIONADES

avui destaquem

Deja un comentario