Dos ruegos al presidente Aragonès

Ahora ya no hay excusas: por primera vez desde la II República, ERC tiene la hegemonía en el Gobierno de Cataluña. Por consiguiente, sus dirigentes -empezando por el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès- tienen la oportunidad, largamente acariciada, para poder demostrar su valía y la sinceridad de sus proclamas y promesas en defensa de los intereses de la sociedad catalana.

Yo soy una persona de buena fe… hasta que los hechos me demuestran lo contrario. Cuando Jordi Pujol ganó las elecciones de 1980, yo di crédito al gobierno que formó y a la tarea de regeneración de Cataluña que emprendió. Fueron sus fechorías (los avales de la CARIC, el pantano de Rialb, las loterías de la Generalitat, la nuclearización del país y un larguísimo etcétera de casos de corrupción…) las que provocaron que me levantara, le plantara cara y lo denunciara con mi arma: la palabra impresa.

Cuando Felipe González ganó las elecciones de 1982, yo me alegré… hasta que se descaró con la defensa enconada de la pertenencia de España a la OTAN. Yo recuerdo haber asistido a un multitudinario mitin del PSOE en Madrid, cuando él era el candidato del “cambio”, donde dijo justo lo contrario. Por consiguiente, cruz y raya.

De Pere Aragonès espero que cumpla su promesa de gobernar para la “Cataluña entera”, poniendo fin así a la deriva populista y xenófoba de sus ex-socios de Gobierno. Como esto sólo lo podremos evaluar en las semanas y meses a venir, de entrada le pido dos gestos que, desde mi perspectiva, confirmarían que nos encontramos ante una nueva etapa política en la cual -soy como soy- quiero creer.

Pere Aragonès es de Pineda de Mar -como mis antepasados paternos- y, por lo tanto, conoce muy bien qué pasa en la vecina localidad de Calella de Mar. Aquí se está perpetrando una barrabasada contra el patrimonio histórico que, como catalán, me hace caer la cara de vergüenza.

Desde hace décadas se sabe que en un lugar próximo al hospital se hallan los restos arqueológicos de la gran villa romana del Roser, datada del siglo I a. C.. Estos terrenos fueron comprados en 2018 por la multinacional alemana Aldi, que ha obtenido el permiso del Ayuntamiento (PDECat + PSC) para construir un supermercado, además de dos plantas de parking y un bloque de viviendas de tres pisos de altura.

Estos valiosos hallazgos arqueológicos quedarán escondidos bajo una masa de cemento, una vez culminen las obras actualmente en marcha. El presidente Pere Aragonès, si quiere, puede parar este disparate que malogra el nombre de Cataluña. Todavía se está a tiempo. Le pido que ejerza su autoridad y proteja la villa romana del Roser que, además, se puede convertir en un interesante atractivo turístico para esta localidad del Maresme.

En Lleida está, actualmente, en trámite de información pública el Plan Director Urbanístico de Actividad Económica (PDUAE) Torreblanca-Quatre Pilans, que prevé la implantación de un macropolígono industrial de 1.282 hectáreas que destruirá la rica zona hortofrutícola que existe a tocar de la ciudad. Se trata de una aberración ecológica y medioambiental que, además, comportará la expulsión de unos 200 vecinos que viven en las partidas de Torres del Grealó y Quatre Pilans.

El promotor de este disparate urbanístico es la Generalitat, concretamente el departamento de Territorio y Sostenibilidad. Este PDUAE se elaboró bajo el mandato del vicepresidente Jordi Puigneró (JxCat), recientemente expulsado del Gobierno por deslealtad hacia el presidente Pere Aragonès. Esta cartera está, desde hace unos días, en manos de Juli Fernàndez (ERC).

Esta agresión sin precedentes contra la huerta de Lleida cuenta con el apoyo de la Paeria, donde gobiernan ERC y JxCat, bajo el mandato del alcalde Miquel Pueyo (ERC). Pero quien lleva la batuta del proyecto para la construcción de este macropolígono es el teniente de alcalde de Urbanismo, Toni Postius, un oscuro personaje con intereses familiares en el sector inmobiliario.

No sólo los vecinos afectados de la Torre del Grealó y Quatre Pilans se oponen a esta barbaridad. La mayoría de concejales de la Paeria, como quedó demostrado en el último plenario, también están en contra. Y cada vez son más las entidades y asociaciones que, a pesar del escandaloso silencio informativo de la prensa local sobre este conflicto, se están sumando a la campaña y a las movilizaciones en defensa de la huerta de Lleida.

Las razones para hacer frente a este macropolígono son numerosísimas: destruye una consolidada zona agrícola de regadío; “ahoga” el barrio vecino de Magraners; expulsa a familias que viven, desde hace generaciones, en las casas afectadas; en Lleida hay casi 2.000 hectáreas de suelo industrial vacías…

Pero lo más demencial e inquietante son las características de este macropolígono. El PDUAE prevé que las parcelas tendrán una superficie mínima de cuatro hectáreas, hecho que lleva a pensar que habrá unos enormes almacenes logísticos pegados a la actual trama urbana, en vez del actual pulmón verde.

Además, el proyecto contempla la creación de una gigaparcela de 135 hectáreas, donde se contempla la implantación de una enorme industria que, según especifica el PDUAE, puede ser de la clasificación Seveso. Es decir, potencialmente muy peligrosa en caso de accidente.

El colosal disparate que habían planeado el ex-vicepresidente Jordi Puigneró y el teniente de alcalde de Urbanismo de la Paeria, Toni Postius, los dos de JxCat, tiene una rápida y fácil solución: solo hace falta que el presidente Pere Aragonès dé instrucciones al consejero Juli Fernàndez, los dos de ERC, de parar inmediatamente la tramitación del PDUAE Torreblanca-Quatre Pilans.

En el acto de toma de posesión de los nuevos consejeros, el presidente Aragonés afirmó que el Gobierno “inicia una nueva etapa, con un equipo renovado que incorpora experiencia, voluntad de mejora, pericia y creatividad” y les exhortó a “trabajar siempre por la Cataluña entera, con toda la ambición y todo el inconformismo”. También afirmó que es “un Gobierno que continuará trabajando con la capacidad de pensar, escuchar y hablar con la Cataluña entera, sin olvidar a nadie y sin ningunear ningún territorio”.

En Calella de Mar y en Lleida esperan con ansiedad que estas buenas palabras no se las lleve el viento. Por la dignidad de la Cataluña que todos queremos, hay que salvar la villa romana de Roser de las garras de Aldi y la huerta de Lleida. Hasta que no me demuestre lo contrario, doy mi confianza al presidente Pere Aragonès.

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