Laporta sigue sin dar explicaciones sobre la barbarie económica de las palancas

Ya ha normalizado no aceptar preguntas en los actos con prensa para no entrar en detalle de las operaciones, la mayoría envuelta en la opacidad. En la próxima asamblea deberá justificar ventas por 727,5 millones para fichar por 70 millones

Joan Laporta

Han transcurrido dos semanas desde que se cerró el mercado de fichajes en el Camp Nou, una fecha en la que, como es costumbre -y está más que justificado-, la directiva suele convocar a la prensa para que el presidente Joan Laporta, acompañado del secretario técnico, Jordi Cruyff, y el director de fútbol, Mateu Alemany, aborden el balance del verano y las expectativas de un curso que, de forma generalizada y mayoritaria, ha arrancado de la mejor forma, cumpliendo con las expectativas, y sobre una base de refuerzos y de ventas igualmente satisfactorio e ilusionante, según todos los comentarios.

A pesar de este éxito sin precedentes, como lo califica la prensa laportista de forma unánime y las aclamaciones a un presidente que, también se destaca, le ha dado la vuelta a la precaria economía del club y ha dado al mundo una lección de ingeniería y de entusiasmo financiero, Laporta lleva todo este tiempo sin hacer declaraciones, sin dar entrevistas y sin comparecer ante los micrófonos, si no es en un formato pactado y sin aceptar preguntas. Así sucedió, otra vez, en el acto de renovación de Gavi este jueves en una convocatoria idéntica a la de unos días antes con motivo de la presentación de los últimos recién llegados, Héctor Ballerín y Marcos Alonso.

Laporta se ha acostumbrado peligrosamente a no dar ningún tipo de explicación sobre sus actos y decisiones, una actitud de silencio imperial y totalitario acompañada, además, del incumplimiento de todos los procedimientos democráticos y de transparencia, y de sus propias promesas. Ninguno de los compromisos adquiridos en la asamblea del 16 de junio pasado, cuando pidió a los socios un margen de confianza excesivo y urgente, prácticamente un acto de fe, para que le permitieran jugar sin límite con sus palancas, ha sido efectivamente cumplido por un presidente que no ha ofrecido las explicaciones y los detalles prometidos.

Precisamente, porque sometió a los socios la propuesta de vender hasta el 25% de los derechos de televisión por 25 años sin establecer posibles compradores, condiciones y contraprestaciones, Laporta repitió decenas de veces que cuando se produjeran esas operaciones ofrecería todo tipo de detalles.

No ha sido así porque Laporta se ha extralimitado y, aunque sus trovadores y opinadores fanáticos se empeñen en presentar sus locuras como un gesto de audacia y de gran estadista, el conjunto de activación de esas palancas ha resultado ser un embuste y otro engaño a gran escala.

Laporta pidió a la asamblea permiso para vender una serie de activos entre los que estaba BLM y no Barça Studios, por ejemplo. Pero el origen de un descontrol y de una descapitalización histórica, que a corto, medio y largo plazo el Barça pagará muy caro, se localiza en la ineficiencia e incapacidad para calcular siquiera el margen salarial exigido por LaLiga para cerrar esos fichajes deslumbrantes, que no estaban al alcance un mes antes de aquella asamblea para fichar a Erling Haaland. Hoy se sabe que aquella mentira sólo pretendía encubrir la negativa del delantero noruego a la oferta de Joan Laporta y de Xavi Hernández.

Una frustración a la que Laporta reaccionó con una finta financiera irresponsable y compulsiva. Cuando vendió por 207,5 millones de euros el primer 10% sólo le sirvió para cubrir el déficit del ejercicio 2021-22 en el último día del curso, el 30 de junio. Cuando vendió el resto por 320 millones, no le llegó para sentarse a hablar con LaLiga porque, además, Goldman Sachs se quedó 125 millones de esa operación para liberar el 15% de los derechos de televisión pignorados por su crédito operativo concedido un años antes. Tampoco fue suficiente la maniobra, absolutamente oscura y oculta, de darse una plusvalía de 148 millones como liquidación (beneficios) de una sociedad participada por el Barça y Sixth Street para la transacción embarullada, sospechosa y encubridora de esos derechos de televisión. El problema es que ese beneficio obtenido de Locksley Invest (148 millones) es el resultado de la concesión de un préstamo que por ahora no aparece en el balance del club, pero que el Barça habrá de pagar tarde o temprano.

Cuando ya se llevaban acumulados 675 millones tampoco fueron suficientes, razón la cual Laporta hubo de recurrir a la venta del 24,5% del negocio futuro de los Fan Tokens (por el que ya se ingresaban 10 millones), el Blockchain y el Metaverso bajo el paraguas de Barça Studios y sin derecho a recompra. Cero explicaciones sobre un recurso discutible, pues se aprobó en su día la venta de activos audiovisuales y no la de los activos digitales producto de la evolución de la tecnología y de un mercado que nada tiene que ver son el objeto y la naturaleza de Barça Studios.

¿Suficiente? Aún no para inscribir a los fichajes, debido a que LaLiga no le computó la absurda producción de un beneficio artificial mediante un crédito propio, los 148 millones de Locksley Invest, por lo que debió recurrir otra vez a una especie de aval de Jaume Roures a través de Orpheus Media por otros 100 millones, no se sabe ni se ha explicado a cambio de qué.

Laporta no puede y no quiere dar explicaciones por ahora. No se siente con ganas de inventarse nuevas trolas ante la prensa sobre por qué ha necesitado en total 727,5 millones en venta de activos y patrimonio del Barça, en buena parte irrecuperables, para aumentar la masa salarial en unos 70 millones. Incluso compensando los 451 millones de fondos propios negativos, quedan por justificar 376,5 millones.

No sería difícil decir la verdad; o sea, admitir que buena parte de las ventas, el 51%, han servido para cubrir los fichajes (70 millones) y para reparar el desequilibrio presupuestario (306,5 millones repartidos entre los ejercicios 2021-22 y 2022-23). Que es tanto como asumir el enorme fracaso de su gestión económica y financiera, no atribuible en ningún caso a la directiva anterior, con la carga añadida de una reducción mínima de los ingresos anuales de 50 millones.

Todo indica que Laporta se prepara para dar todas esas explicaciones en otra asamblea que, si no hay sorpresa, será telemática, manipulada y sin ninguna de las garantías democráticas contenidas en los estatutos. Laporta inflará el globo anunciando unos ingresos de 1.300 millones para esta temporada en curso, una plusmarca histórica que, si se hacen bien las restas de las ventas extraordinarias, reducen el ordinario a poco menos 700 millones frente a unos gastos de casi 900 millones.

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