Fitch considera inevitable la calificación de bono basura la deuda de Laporta

La agencia de rating le rebaja la perspectiva de "estable" a "negativa" y lamenta que no dedique las palancas a amortizarla mientras el club hace el ridículo sin haber inscrito fichajes a cinco días de la Liga

Joan Laporta
Joan Laporta

A menos de una semana del inicio de la Liga la imagen que Joan Laporta ha conseguido proyectar al mundo del FC Barcelona es definitivamente ridícula por segundo año consecutivo. El escenario no ha cambiado, se ha agravado más bien, con relación al inicio de un campeonato en el que Gerard Piqué tuvo que simular una rebaja de su salario, otro diferimiento en realidad, para inscribir apenas unas horas antes del límite a Memphis Depay y Èric Garcia.

Aún es más grotesco y vergonzoso que, con una temporada entera por delante, la pésima gestión de Laporta haya conducido a ese mismo callejón con el agravante de esa exhibición pública y mundial de ir vendiendo activos y patrimonios a medida que se van fichando futbolistas que no están al alcance del club dentro de su estructura ordinaria de ingresos y capacidad financiera. Fichajes galácticos, a golpe de talonario, en la dirección inversa de la filosofía de cantera y de fidelidad a un estilo propio de juego que le ha dado al Barça los mejores y más fértiles años de su historia centenaria.

Casi seguro que Laporta no solo conseguirá inscribirlos en el último minuto, sino que lo hará aplaudido y jaleado por la totalidad de una prensa ajena por completo a la dimensión y consecuencias de los actos de irresponsabilidad financiera y económica promovidos desde no hace ni dos meses por un presidente que, definitivamente, ha acelerado sus planes de darle la vuelta al modelo de club, ahora definitivamente condenado al rescate de un capital externo en apenas uno o dos años que acabe con la propiedad exclusiva y mayoritaria de los socios.

Hasta hace dos meses Laporta no percibió el peligro real en el que había puesto al club con la elevación al infinito de sus propias pérdidas de 481 millones el cierre del ejercicio 2020-21. Lo hizo cuando se dio cuenta de que, además, le faltaban más de 100 millones por cubrir del presupuesto 2021-22 y que afrontaría el siguiente ejercicio, 2022-23 con un déficit estructural del mismo calibre o superior.

Al apocalipsis económico y el incendio provocado por él mismo, Laporta decidió echarle gasolina y usar un lanzallamas con la finalidad de ofrecer un espectáculo único, exclusivo y espectacular de fuego, saltos mortales y equilibrios en el alambre en el que sólo falta un gran final, otra carrera contrarreloj descontrolada y bajo una enorme presión que favorecerá la especulación de quienes se están aprovechando de las gangas y de la fragilidad del club. Un triste espectáculo en el fondo, no muy lejos de la Roma incendiada por Nerón desde su soberbia y totalitarismo que, sin embargo, la prensa tratará con la épica y la narración crispada, emocionante y agitada de una final de la Champions con prórroga y penaltis. Los medios se dan codazos por estar en esa primera fila del show.

Entretanto, la agencia de calificación financiera Fitch ya ha colocado la deuda del Barça con Goldman Sachs -470 millones pendientes del préstamo otorgado a la junta de Laporta para su reestructuración financiera- a las puertas del bono basura en una nota que lógicamente ha sido silenciada y obviada por los medios.

En una amplia y detallada nota, la agencia se ha mostrado pesimista respecto a la evolución futura del club blaugrana, para el que prevé un aumento en el apalancamiento para el período 2023-2025.  Fitch le mantiene aún la calificación BBB, pero rebaja la perspectiva de «estable» a «negativa». Si perdiese esta calificación pasaría a BB o inferiores, todas ellas consideradas «bono basura» y, por lo tanto, de alto riesgo. 

Los 470 millones afectados son la parte de la deuda que pidió Joan Laporta a Goldman Sachs y que el banco de negocio colocó «entre operadores estables del mercado financiero». El crédito tenía como garantía una parte (90%) de los derechos televisivos del club a un tipo de interés del 3% a un plazo de 15 años. Pero este precio del 3% dependía de que Fitch le otorgara a la deuda la calificación de ‘investment grade‘, según reconoció en 2021 el propio club cuando se celebró la asamblea de compromisarios. Estas condiciones pueden cambiar si se degrada la calidad de la deuda.

En su nota, Fitch advierte que dejará de evaluar la deuda del FC Barcelona «por motivos comerciales» y justifica su rebaja por una combinación de factores. Entre ellos, «la perspectiva negativa que refleja el bajo rendimiento financiero del club en el año fiscal de junio de 2022 frente a nuestras expectativas» y alude a «los riesgos asociados con la próxima remodelación del estadio, que obligará al club a mudarse temporalmente a un nuevo estadio más pequeño y reducir sustancialmente la capacidad del conocido estadio Camp Nou, hasta que se complete la remodelación». 

Fitch también apunta que «un retraso en el cronograma de construcción podría conducir a ingresos inferiores a los esperados». La agencia especializa en ‘rating’ no duda del peso de la marca Barça y de la fuerza proporcionada por su socios y millones de seguidores, pero advierte de las fatales consecuencias de un aumento de la masa salarial combinada con la pérdida de ingresos. Fitch augura que el Barça seguirá pagando demasiado en salarios de jugadores y que cuenta con muy poco margen para rebajar la deuda.

De las llamadas palancas, Fitch considera al menos una buena noticia haber destinado “una fracción de los ingresos, 125 millones” al pago parcial anticipado “de los bonos de colocación privada lanzados por el emisor». Por eso, la deuda bajó de los 525 millones iniciales en junio de 2021 a los 470 millones que ha valorado la firma de ‘rating’. Un movimiento que no fue voluntario por parte de Laporta ni mucho menos, sino obligado por Goldman Sachs a cambio de liberar ese 15% de los derechos de televisión dados en garantía contra el préstamo. Sin esa condición, Sixht Street no hubiera podido adquirir la segunda parte de la primera palanca.

Fitch da por hecho que no existe la menor intención de otra reducción de la deuda y que el grueso de la venta de activos se destinará a la adquisición de jugadores, una situación que admite lamentar. Un paso más, directo, hacia esa ciénaga financiera que le espera al Barça de Laporta en cuestión de muy pocos meses. 

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