Vox es un partido de hiperliderazgo, de mensaje único y que tolera muy mal la crítica o la disidencia interna, como lo demuestran los escasos episodios de personas de dentro de la formación que han querido reprochar algún aspecto a la dirección. Pero, últimamente, todavía están yendo más allá.
Según fuentes del partido de ultraderecha, en Cataluña y en otros territorios del Estado, la cúpula está ordenando despedir a algunos de sus trabajadores con perfiles puramente técnicos porque consideran que no tienen una adhesión suficiente a sus postulados y no muestran suficiente efusividad por el proyecto de Vox.
Así, varias personas, entre ellas algunas en Cataluña, han dejado de trabajar para el partido o para sus grupos parlamentarios porque desde la dirección se les ha pedido un grado de compromiso y de afiliación al partido que, bajo su criterio, no han tenido o han tenido en dosis demasiadas pequeñas. Y es que a la formación de ultraderecha quieren asegurarse que todos los que reciben un solo euro del partido o de las instituciones donde ellos están presentes representen un altavoz nítido e incuestionable de su mensaje y de sus líderes. Y esto que todavía no han tocado mucho poder.
