Consejera Jordà, ¿cómo lo hará?

El Instituto Catalán de Energía (ICAEN) ha publicado, a principios del mes de febrero de este año, el llamado Proencat 2050, con el fin de establecer estrategias para alcanzar la transición energética hacia un modelo energético basado 100% en energías renovables en 2050. El documento dice muchas cosas, pero me centraré en una: el peso de la eólica marina para conseguir ese objetivo. Cuando establece la evolución de la potencia renovable instalada por tecnologías, asigna a la eólica marina 1.000 MW en 2030, 1.500 MW en 2040 y 3.500 MW en 2050. Ahora estamos en 2022 y no se produce ni un miserable kW de eólica marina en toda Cataluña. Por tanto, podríamos decir que son objetivos bastante ambiciosos.

Si hay algo seguro es que en 2030 (y mucho menos en 2040 o 2050) no seguirá en funciones la directora del ICAEN que ha hecho este documento, ni tampoco la consejera responsable del negociado ni el presidente de la Generalitat. Será difícil ajustar cuentas de si han acertado o no, y de lo errados que estaban, como tampoco lo podemos hacer por el hecho de que en el año 2012 se aprobara el Plan de la energía y cambio climático 2012-2020, que se comprometía a reducir un 20% el consumo de energía. Lo que ha pasado es que en este período ha aumentado un 5%, muy al contrario de lo que se había propuesto. ¿Alguien recuerda quiénes fueron, en 2012, los consejeros responsables del plan? Una vez más, se demuestra que los tiempos de las carreras políticas y de la transición energética son muy diferentes.

La consejera de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, Teresa Jordà, ha hecho suyos, con considerable entusiasmo, los objetivos de la eólica marina, después de una visita a Dinamarca. Tanto es así que, antes de cualquier procedimiento reglado de evaluación de los impactos ambientales, ya ha avanzado que se hará un gigantesco parque industrial de eólica marina en las costas del Empordà. Si en lugar de consejera fuera juez, lo declarado equivaldría a decir que un acusado es culpable o inocente antes de hacer el juicio. Sería, al menos, una grave irresponsabilidad. Pero, además, ha dicho que el único sitio en Cataluña donde se puede generar eólica marina es precisamente en las costas del Empordà.

Los científicos le han recordado a la consejera, por si no lo sabía, que la biodiversidad de las costas de Dinamarca nada tiene que ver con la de la Costa Brava. Pero yo planteo otra cuestión: los 1.000 MW previstos para 2030 coinciden sospechosamente con los que Blue Float y SENER (2020) pensaban obtener en el llamado Parc Tramuntana, con 65 aerogeneradores de más de 250 metros de altura (los que la consejera vio en Dinamarca, y que tanto le gustaron, tampoco eran como estos). Por tanto, sólo con este parque, y de un brochazo, se cumplirían los objetivos de Proencat 2030. No es extraño, pues, la fijación en el proyecto por parte del Gobierno y de los partidos que le apoyan.

Pero para poder cumplir los objetivos para 2040 harían falta 33 aerogeneradores más de los proyectados, y para 2050, 163 más. La consejera dice que el único sitio donde se puede hacer eólica marina en Catalunya (y avanzar hacia la soberanía energética) es en el Empordà. Por tanto, más allá del destrozo causado por el proyecto Tramuntana, para alcanzar los objetivos del Proencat 2050, habría que poner un total de 228 aerogeneradores gigantescos en la Costa Brava, ya que no se pueden poner en ninguna otra parte. O sea que, si se quiere cumplir lo que se propone, los primeros 65 aerogeneradores son sólo una degustación, y pequeña, de lo que nos amenaza. Hay que explicar las cosas como son: o no es cierto que el único lugar para poner fábricas de eólica marina es el Empordà o, si lo es, para 2050 convertiremos la Costa Brava en la Costa de los Molinos.

Pienso que el razonamiento que acabo de hacer es impecable: si sólo se puede hacer eólica marina en el Empordà, los 3.500 MW de 2050 tendrán que obtenerse todos ellos de la Costa Brava norte. Si no, ¿cómo lo hará, señora Jordà?

Cuando he tenido la ocasión de plantear esta pregunta a una responsable del ICAEN, la respuesta es que confían en que la tecnología mejorará y no será necesario poner 228 aerogeneradores en el mar. Estamos, pues, en manos de los dioses para que nos ayuden. Sólo quiero recordar que tanto el motor continuo de Santo Tomás de Aquino como la fusión nuclear llevan muchos años anunciados, pero a estas alturas todavía tenemos que hacer energía a golpes de viento.

Ojalá los responsables políticos tengan sensatez para evitar que la transición energética sea a costa de la biodiversidad.

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