No todo el mundo se ha olvidado de Afganistán

“Caminante, son tu huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al caminar. Al caminar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en el mar…bienvenidos al país se Machado”. Éste es el texto que Laia Marsal escribió en el post que subió a su página de Twitter junto al selfie que se hizo un grupo de afganos en un aeropuerto después de que les hubiera ayudado a viajar a un país donde se sienten seguros. Tenían miedo a represalias de los gobernantes talibanes y los que aplican su ley en el país. Son muchos y muchas, sobre todo muchas, y Marsal colabora con las asociaciones que se han creado o han redirigido sus esfuerzos para facilitar que esas personas huyan lejos de las amenazas y el miedo imperante en Afganistán.

Mònica Bernabé, una periodista que vivió muchos años en Kabul y que ahora dirige la sección de Internacional del periódico ARA, nos dio a conocer a Laia Marsal y su trabajo hace unos días. Otros medios se han hecho eco del trabajo de Marsal y de mujeres como Queralt Puigoriol, Imma Orquín, Mònica Rodríguez o Mònica Moya. Viven y trabajan en Gavà, Avinyó, Valencia o Granada. Vieron las peticiones desesperadas de ayuda de mujeres y hombres afganos que querían escapar del asedio talibán. Algunas de esas personas habían logrado llegar a países vecinos –Pakistán, Irán o Irak- y desde allí pedían que les ayudaran a tramitar su marcha hacia países donde rehacer sus vidas en paz y con esperanza. Otras se comunicaban con ellas directamente desde Afganistán. A través de las redes sociales un periodista al que apalearon ante su hija de cuatro años y al que amenazaron con quemar vivo o una mujer que tenía un salón de belleza del que los talibanes borraron todos los rostros femeninos las han contactado para que las ayuden.

Y lo hacen. Cómo pueden y sin apenas medios. Dedican buena parte de su tiempo a hablar con las solicitantes de socorro -lo que ya supone un cierto consuelo para ellas- y a facilitarles la salida de Afganistán o la tramitación burocrática en las embajadas españolas de los países vecinos de los papeles necesarios para volar a España, Polonia, Estados Unidos o donde sea necesario.

Se coordinan en la medida de lo posible con asociaciones basadas en Estados Unidos, como To young to wed o Afghan woman on the run, y trabajan a través de ONGs como Un gest de calor, creada en Gavà en 2016 para ayudar a los refugiados en isla griega de Lesbos.

No olvidan Afganistán como parece que lo ha hecho la comunidad internacional desde que los talibanes se hicieron con el poder. Mirar los portales de estas asociaciones en Internet produce escalofríos y sensación de impotencia. Hacedlo, por favor. Si podéis aportad dinero a sus campañas. Por ejemplo, en el Instagram de Un gest de calor.

Y, puestos a recordar, tengamos presente también que en la isla de Lesbos malviven aún miles de refugiados.

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