Piano piano

Susana Alonso

Al primer Napoleón se le atribuye la frase, que podrían suscribir a todos los aprendices de napoleones del mundo, que dice que la música es el menos molesto de los ruidos y que la mejor música es la de los cañones.

No es seguro que el primer Napoleón la pronunciara, ya que, por lo que dicen, se rodeaba de muy buenos músicos, e incluso parece que el gran Beethoven le admiraba (por lo menos durante un tiempo). Sin embargo, cuando Napoleón ocupó Viena, Beethoven, que entonces vivía en esa capital, dijo aquello de “qué vida tan desquiciada: sólo tambores, cañones, miseria humana”.

Debemos convenir que una buena música es agradable para el oído, a condición de que no se toque de forma reiterada y obsesiva, casi como una gota malaya. Probablemente los humanos somos capaces de soportar la misma música muchas y muchas veces, pero entonces sus sonidos se convierten en una tortura, especialmente si nos inunda literalmente un dormitorio o una habitación en la que solíamos descansar o trabajar.

Para estos casos, los ayuntamientos suelen recomendar que se insonorice la habitación donde está situado el piano, para no perturbar la conveniente paz vecinal, y favorecen su servicio de mediación, servicio que sólo tiene un inconveniente: requiere que ambas partes estén de acuerdo en utilizarlo, y esto a menudo no es posible.

Tengo unos amigos, los Escrivá, que desde principios de este siglo están soportando las músicas perpetradas por una pianista que habita en el piso situado encima del suyo. Cada mañana y cada tarde (con pocas excepciones) ha estado tocando, una y otra vez, casi las mismas músicas, que si bien para ella y para su digno esposo deben compensarles de ciertas carencias (no diré de cuáles), para mis amigos constituyen un verdadero suplicio. Es lo que decía Oscar Wilde: “Muchos músicos son irracionales; quieren que estemos totalmente mudos, cuando lo que quisiéramos es estar completamente sordos”.

Dado que las quejas y los lamentos manifestados por los Escrivá no han conseguido que la pianista en cuestión y su digno esposo insonorizaran la habitación del piano, mis amigos, aconsejados por un buen vecino de la casa, han llevado este asunto a juicio, con los consiguientes gastos y molestias (naturalmente la sentencia no está al caer). He visitado recientemente a mis amigos y he podido comprobar que todo lo que cuentan es verdad, y también que, a primera hora de la mañana, la pianista y/o su digno esposo hacen unos extraños ruidos sobre el suelo, como si estuvieran intentando abrir y cerrar el piano, por si también le faltase alguna tecla.

Los Escrivá me han informado que durante la pandemia (la de la covid, no la del piano de arriba) dejaron de saludar, como muestra de enfado, a sus vecinos de edad provecta, y así se lo hicieron saber pero estos parecen no haberse enterado, y más de una vez han intentado burlarse, con cara de malvados de cine negro, de los Escrivá, cuando éstos los ignoran. Es lo que decía Shakespeare (cito de memoria): incluso los abusadores, para ofender, deben tener un cierto estilo, una determinada solera, como la malvasía palmera.

Sin duda que hay ruidos peores que el del piano del piso de arriba de mis amigos. Por ejemplo el que hacen, de noche, los concentrados para asistir a un festival de música rap o a un botellón, pero éstos son ruidos puntuales, no se repiten todos los días como el del piano que estoy comentando. También es verdad que hay pianistas que lo hacen peor que la mencionada señora; según explica Kenneth Anger en su libro Hollywood Babilonia, el actor Errol Flynt, en el transcurso de alguna fiesta en Beverly Hills, tocaba el piano ayudándose de su sexo en erección. El piano debía sonar enojado.

Así las cosas, valdría la pena que la misma ley –el mismo código civil catalán– recogiera la obligación de insonorizar la habitación donde un vecino o vecina del inmueble se dedicara, de forma reiterada, a tocar un instrumento como el piano, la trompeta o las castañuelas. O, al menos, que esta obligación fuese establecida por los estatutos de las comunidades de propietarios afectados. Estoy convencido de que, si así se hiciera, la convivencia entre vecinos mejoraría y que mis amigos Escrivá se quedarían bastante descansados.

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