¿Por qué se ‘celebra’ tanto el aniversario de la dimisión de Bartomeu?

Josep Maria Bartomeu, presidente del Barça
Josep Maria Bartomeu, presidente del Barça

El año transcurrido entre la dimisión de Josep Maria Bartomeu, hecha efectiva el 27 de octubre de 2020, ha generado otra generosa avalancha de “crónica negra” en torno a la figura del ex-presidente y una oportunidad periodística para insistir en esa eficiente moraleja social que ha dominado el discurso y el comportamiento del barcelonismo desde hace tiempo. Si Bartomeu es el “demonio”, lo peor para el club, Laporta es la antítesis, lo opuesto, la solución a todos los males y la figura infalible para la gestión acertada, eficiente y exitosa.

Esa equivocada sensación es un hoy sentimiento generalizado y extendido que se ha instalado gracias sobre todo a la comparsa mediática puesta a disposición a favor de Joan Laporta y proporcionalmente en contra de su antecesor en el cargo.

«El periodismo no supo fiscalizar la gestión de Bartomeu y prefirió vivir de complicidades con el poder. Esto provocó que la peor crisis al club desde el 1908 estallara sin saber de dónde vendían los batacazos», lamenta el articulista e historiador Frederic Porta, uno de los personajes llamados a ser cronista de un relato que podría haberse utilizado, un copiar-pegar, para el día después de la dimisión de Joan Gaspart y de la finalización del mandato de Joan Laporta, el 30 de junio de 2010, sólo unas horas después de que su director general, Joan Oliver, hubiera vaciado lo poco que quedaba en la caja dejando tras de sí unas pérdidas de 80 millones y pendientes las nóminas y las fichas de los futbolistas.

De ese periodismo al que se refiere Frederic Porta él mismo era oráculo y gurú, representante de una generación de una prensa entregada que, en efecto, nunca denunció los desmanes del presidente Laporta, ni el “atraco” de Viladecans, los negocios personales con activos del club en Uzbekistán, su insensibilidad social, su falta de respeto e incumplimiento de los estatutos, la indecencia de Can Rigalt o no haber pasado ni por junta, mucho menos por asamblea, su plan Foster, el Espai Barça de la época así como otras muchas fechorías.

Las decenas de periodistas como Frederic Porta que han estado diez años callados, que no avergonzados, han resucitado porque el aparato del laportismo necesita permanentemente esa recarga de razones para que Bartomeu siga siendo el “malo” como único contrapeso y argumento para que Laporta siga siendo el “bueno”.

Un año después de la dimisión de Bartomeu la prensa al servicio de la causa laportista aún repite el “mantra” de esas irregularidades y presuntos ilícitos que ni Ferran Reverter ni los auditores ni la directiva consiguen encontrar siete meses después de abrir todos los cajones y repasar toda la documentación, pues si no existiera esa misma ausencia ya sería motivo de denuncia y actuación legal.

El problema, un año después del adiós de Bartomeu, radica en que la obligación de seguir inflando globo tiene como propósito ocultar la mediocridad y el fracaso reiterado de un presidente sin personalidad ni recursos que además ni avala y que ha de pedir permiso a sus avaladores y a Florentino cada vez que da un paso.

El aniversario de la dimisión de Bartomeu viene a tapar las vergüenzas del presidente que sí ha echado a Messi, que no ha traído ningún crack, que no ha conseguido ni un euro más de ingresos, que no consigue patrocinadores, que ya ha batido el récord de deuda del club con 2.100 millones de euros, que sigue, a día de hoy, sin haber encontrado un entrenador que responda, verdaderamente, a su nueva idea de equipo y que, además, ha de renovar a las nuevas joyas como Pedri y Ansu Fati para hacer ver que los ha fichado él.

Lo que más juega en contra de Joan Laporta es su propia autoridad, mediáticamente indiscutida y jaleada, para gobernar, pues cada día que pasa acumula un desastre más en su pésima hoja de servicios.

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