Las Peñas acudirán a los tribunales para recuperar su estatus

Aunque siguen abiertas a negociar y al diálogo, el nuevo plenario está dispuesto a defender su convenio

Antoni Guil, actual presidente de la Confederación Mundial de Peñas del FC Barcelona
Antoni Guil, actual presidente de la Confederación Mundial de Peñas del FC Barcelona

El enfrentamiento entre las Peñas y la directiva de Joan Laporta va entrando rápidamente en una escalada de guerra que, como se anticipó en una información anterior, ya se ha vuelto tensa y abierta. El responsable de Peñas, Josep Ignasi Macià, y el directivo del área social, Antonio Escudero, por orden del propio presidente Joan Laporta, ya echaron a todo el personal de la Confederación Mundial de Peñas y a varios de sus presidentes de federación de las instalaciones del club, un suceso por el que se levantó un acta notarial, y que ya forma parte de la preparación de la inevitable demanda que exigirá la restitución de sus derechos.

La suspensión unilateral del convenio regulador de la Confederación Mundial será el tema estrella del siguiente pleno, previsto para el próximo día 29 de agosto. Tras la celebración de las preceptivas elecciones en las 30 federaciones del territorio mundial barcelonista, prácticamente sin cambios en su estructura y composición, el plenario recuperará la capacidad de adoptar las decisiones que crea convenientes, porque la maquiavélica actuación de la junta se produjo en un momento en que el organismo, en aplicación de la normativa electoral, se regía por un mecanismo de provisionalidad.

La más que probable reelección de Antoni Guil como presidente y la consolidación de un plenario que ha marcado una pauta de crecimiento, desarrollo y progresión puede facilitar que finalmente se adopten medidas legales. No es esa la intención ni la voluntad de las Peñas, que han seguido a la espera y abiertas a renegociar con la junta aquellas cuestiones y aspectos que considerara susceptibles de cambiar. No ha habido, sin embargo, la menor intención ni ganas por parte de la junta de realizar ningún acercamiento, tal como afirman las Peñas en su último comunicado. También su traslado como sede social en los locales de la Federación del Barcelonès Este, en la calle Ramon Albó 7-13 de Barcelona, compartiendo este espacio mientras se resuelve una relación más que espinosa.

Por vueltas que se quieran dar, la voluntad de la directiva es la de despreciar y relegar las Peñas a la mínima expresión, a un plano simbólico y folklórico, a un estado de relación en la que no tengan derechos ni la junta directiva asuma obligaciones para un colectivo que, en el fondo, sigue siendo el lobby social del barcelonismo, con 170.000 peñistas afiliados y 18.500 socios con derecho a voto. Laporta está llegando al punto, peligroso, de negar el derecho de asociación en el marco de su política hondureña y caudillista.

Lo ha reconocido el propio presidente de la Confederación Mundial, Antoni Guil, en diferentes medios: «La junta directiva quiere tener una relación de peña a peña y pretende dividir las relaciones entre ellas, tener una relación individual con las peñas, y nosotros creemos que las Peñas decidieron desde hace muchos años tener una relación que funcionara de manera colectiva y no de manera individual. El club pretende eliminar de la ecuación la voluntad de la Confederación, que es funcionar de la manera conjunta que trabajamos. Esta es la base argumental, trabajamos por el bien del FC Barcelona y no en favor de nadie», ha reiterado.

También forma parte de la estrategia volver al estadio anterior del movimiento de las Peñas, cuando Laporta era el presidente, en el que las Peñas dóciles y aduladoras hacia la junta obtenían determinados privilegios. Laporta ya tuvo enfrentamientos porque no les quiso reconocer su organización y, muchos menos, que esta fuera democrática y verdaderamente territorial, ordenada, seria, solidaria. Un ejemplo de expansión que, abrumadoramente, tiene un efecto muy positivo al final del año en la cuenta de resultados.

El día de los peñistas en el Camp Nou, con motivo del Gamper, ha sido invariablemente récord de ventas en la Megastore azulgrana. Las Peñas han evaluado que aportan entre 10 y 12 millones de ingresos al club como resultado de sus actividades y del volumen de sus compras, y eso sin contar los enormes consumos de un colectivo de 170.000 barcelonistas, activos, viajeros y motivados ante cualquier acción del club.

Quien ha sido elegido como nuevo responsable ejecutivo de las Peñas, Enric Bosch, que ya lo fue en la anterior etapa crispada y negativa de la relación con las Peñas, está enviando mensajes que tienen en común con el lenguaje y discurso de las peñas utilizado por Joan Laporta este tono de una cierta amenaza y de venganza: «Pronto tendrán respuesta…», les ha dicho por Twitter. «Qué pena -ha añadido- hacer un comunicado cuando no han contrastado la versión del club y sólo se guían por un lado».

Precisamente, ha sido el propio Enric Bosch quien ha dirigido las operaciones de desahucio y expulsión del personal y de peñistas de las instalaciones del club, después de enviarles un burofax conminándoles a salir, con una fecha límite. Como la junta de Laporta y el propio presidente, siguen anclados en el castigo y la represalia de un barcelonismo que desean alejar lo más rápido y eficazmente posible de cualquier sensibilidad social.

Resulta lamentable, igualmente, que el periodismo no le dedique mucho interés a un atropello de esta magnitud contra un colectivo del que el barcelonismo se siente orgulloso y que, de manera indiscutible, constituye esta alma del FC Barcelona universal y transversal. Para el periodismo, en general, reprobar e ignorar todo a lo que pueda molestar a Joan Laporta es la única pauta de actuación, entre otros motivos, porque temen las consecuencias de actuar con independencia de un poder al que no tienen el valor , ni siquiera, de analizar ni pasar por el tamiz de la verdad.

Como Leo Messi, las Peñas han sido del todo engañadas, porque fueron atraídas hacia el ‘laportismo’ en la campaña con disculpas por sus errores y tratamiento en el pasado. Sin embargo, en realidad, Laporta sólo esperaba ganar las elecciones para pasar la escoba por esta planta del barcelonismo a la que, por un lado, quiere subyugar y, por otro, reducir a la mínima expresión.

En su último comunicado, la Confederación afirma ver «con gran preocupación como este episodio (el cierre de las instalaciones y la expulsión del personal y de los mismos peñistas), sumado al progresivo desmantelamiento del personal del Club adscrito a Peñas, pone de manifiesto el empobrecimiento del servicio que el FC Barcelona ofrecerá a las peñas a partir de ahora. La Junta Directiva ha materializado su intención de poner fin a todos los proyectos y áreas que la Confederación había orientado al servicio de las peñas, incluso dejando vacía la recepción de la Oficina de Atención al Peñista (OLP). Es un trato impropio e inmerecido para un colectivo que aglutina 170.000 barcelonistas en todo el mundo».

Messi y las Peñas han sido los primeros en sufrir el apocalipsis Laporta, que está llegando en un tiempo récord. Es sólo el principio. A la larga, sin embargo, las Peñas ganarán este litigio en los tribunales porque el convenio se sostiene sobre un redactado incuestionable, y las Peñas tienen reconocido su papel en los estatutos del FC Barcelona. Si Laporta no ha hecho caso del código ético para colar a sus familiares y compañeros, es fácil suponer que los estatutos -como ya ha hecho otras veces y todas las que haga falta- le suponen una incomodidad y un incordio permanente.

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