Afganistán y la inmunización de grupo

Los expertos nos recuerdan que de nada servirá que todos nos vacunemos en los países del Norte mientras haya personas sin vacunar en cualquier rincón del mundo. Es necesario que haya una inmunización de grupo de toda la Humanidad para que no aparezcan nuevas variantes de la Covid-19 que tiren por tierra todo el trabajo de vacunación hecho hasta ahora. No todo el mundo parece consciente de ello y hay gobernantes y políticos que ponen sobre la mesa el nivel de vacunación en sus países para utilizarlos como argumento a favor o en contra de la gestión de los gobiernos correspondientes. Hay expertos que afirman que antes de poner una tercera dosis de recuerdo a personas del mundo rico debería vacunar todas las del mundo que no lo es.

El contraste entre el nivel de vacunación entre países es abismal e injusto. En Chile han vacunado a más del 80% de la población y en el continente africano sólo un 2% tiene inyectada la pauta completa. La evolución de la pandemia dependerá de la rapidez con que se vacune a todo el mundo y los cálculos que se hacen indican que en febrero del año que viene sólo estará inmunizado uno de cada cinco africanos. «La salud de un ciudadano de Nueva York depende de que las vacunas lleguen a África», afirmaba Rafael Vilasanjuan, director de análisis y desarrollo global de ISGlobal hace unos días.

La pandemia ha puesto en evidencia la fragilidad de los seres humanos y la necesidad de avanzar juntos en la lucha por vencerla.

Deberíamos aplicar el mismo criterio en la promoción de los derechos humanos. Es necesaria una inmunización de grupo con respecto a equiparar los derechos de las mujeres, de los colectivos más vulnerables, de los niños, de las personas con discapacidades, de las personas mayores, de los migrantes… Se supone que una vez se ha conseguido un derecho humano fundamental ya no hay marcha atrás. Es una suposición que a menudo se muestra errónea. En España lo constatamos con el golpe de Estado militar contra la República en 1936 y el retroceso en los derechos que se habían aprobado mientras estuvo activa. La defensa de los derechos LGTBI o la lucha contra la pena de muerte se abren paso con muchos obstáculos. Necesitamos inmunidad de grupo para que no haya pena de muerte en ningún lugar ni agresiones o sanciones a las personas por su opción sexual.

Con el regreso de los talibanes al poder en Afganistán, las mujeres tendrán que volver a encerrarse en casa. Nuestra discusión sobre el todos/todas/todis parece una exquisitez comparada con un régimen que niega a las mujeres los derechos más básicos. «Un gobierno de los talibanes supondrá la vuelta de Afganistán a doscientos años atrás», ha dicho un defensor de los derechos humanos. No es el problema de las mujeres afganas. No es el problema de los afganos. Es el problema de la Humanidad. Necesitamos también la inmunidad de grupo en estas cuestiones. Lavarse las manos y mirar hacia otro lado no puede estar entre el catálogo de las respuestas que como Humanidad debemos dar.

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