En pocos artículos de la prensa catalana deportiva pueden leerse opiniones y análisis que se salgan del guión mayoritario y del seguidismo de la gestión de Joan Laporta como la de un presidente realmente preocupado por los problemas del club y por la necesidad de afrontarlos con un equipo de trabajo profesional, cualificado y coordinado. La excepción, este fin de semana, la ha protagonizado El Periódico de Catalunya en un amplio reportaje en el que, bajo el título “El ‘camarote’ de Laporta”, desgrana y radiografía el perfil de un cuerpo de guardia personal integrado por el único mérito de lealtad y gratitud hacia un presidente que les ha concedido plena autonomía y capacidad para decidir y ejercer un gran poder funcional, desafíos para los cuales, se sospecha, no están tan preparados como lo pueda parecer.
En el otro entorno de Laporta, el de la estructura directiva que no es de su núcleo duro, o sea el integrado por aquellos directivos que se enteran de lo que pasa en el club por la prensa, y en el esqueleto ejecutivo bajo la dirección del nuevo CEO, Ferran Reverter, empiezan a sentir ciertos escalofríos e inquietud ante la magnitud del peso y de los fatales errores susceptibles de ser cometidos por esa guardia pretoriana de la máxima confianza del presidente.
El repaso de las figuras de su gabinete de presidencia provoca ciertamente ese recelo, perceptible a nivel interno, empezando por Enric Masip, el guardaespaldas, que, como asesor deportivo, lo mismo desmonta el balonmano, su juguete, aunque acredite ser el mejor equipo del mundo, que no se corta cuando le preguntan por la crisis con el entrenador del femenino y afirma saber solamente lo que ha leído en la prensa. A lo que se dedica básicamente es a cribar, a su peculiar modo, el grado de lealtad ciega al presidente y a impedir que otro mediocre le arrebate el cargo. Por eso no deja al presidente ni a sol ni a sombra.
Manana Giordadze, ahora directora del gabinete de presidencia, era empleada de Laporta en su bufete hasta que el registro mercantil lo cerró por falta de documentación hace meses. Ya fue empleada del club cuando su ex-marido y amigo personal de Laporta, Giorgio Mikadze, cumplía prisión por delitos relacionados con el tráfico de drogas. Cuando Mikadze salió de la cárcel, Laporta lo contrató para el área de material de la Ciutat Esportiva y luego como responsable de ticketing del club. Finalmente, Manana acabó en el despacho de Laporta estos últimos años y en cuanto llegó al Camp Nou fue contratada al frente del gabinete.
Los resultados no se han hecho esperar, pues esta semana pasada ha sido su hija, Paloma Mikadze, quien ha sido noticia por haber sido elegida para controlar las redes sociales del presidente, ella y su novio, Benny Megrell, recién incorporado a ese ‘camarote’ que el periodista Emilio Pérez de Rozas ha convertido en una caricatura inevitable de su entorno más personal.
Mercè Garriga, recuperada para el club después de haber sido indemnizada hace apenas cuatro años, es la única profesional con la experiencia y capacidad para poner cierto orden, como secretaria en jefe, en ese entorno tan peculiar en el que también se incluye al periodista Jordi Finestres, su mano derecha de siempre en materia de comunicación, mientras que el ejército de profesionales del club de esta área deambulan sin saber quién tiene verdaderamente el control, pues tanto Elena Fort, portavoz, como Alex Santos, director de comunicación por sus méritos en una campaña electoral en la que hubo que esconder al candidato todo lo que se pudo, no están al corriente de lo que se cuece en los despachos importantes.
En resumen, el ‘camarote’ de Laporta, título que no oculta por su contenido la referencia a una de las obras maestras de los hermanos Marx, refleja la realidad de un círculo de poder que no tardará en dar mucho de qué hablar.
