Magnanimidades…

En la España de José María Aznar, el ministro del Yak-42, Federico Trillo, mandó instalar en 2001 una bandera española de 294 metros cuadrados en la plaza de Colón de Madrid. Así, bien grande, para que se pudiera ver desde la periferia. Y ahí sigue. Domingo, bajo su ondeo, la derecha más derechista se manifestará contra los indultos a los presos catalanes del procés que, presuntamente, concederá pronto, con magnanimidad, el gobierno de Pedro Sánchez. La derecha ensaliva, ve en los indultos una oportunidad para acortar distancias. Tanto da que el Aznar de la bandera grande diera en su día indultos a raudales, algunos de ellos de más difícil justificación. Ahora toca oponerse porque cuatro votos bien valen la hipocresía. Mientras tanto, el actual presidente del gobierno español va preparando el terreno, intentando minimizar los daños del gesto. El hombre ha entendido, o eso parece, que hay que desjudicializar el conflicto catalán, y devolverlo a la vía política, de donde seguramente nunca debería haber salido. Ayuda también que los votos de ERC le permitan controlar el Congreso. Las palabras son importantes y Sánchez lo sabe, por eso ha ido modulando estos días su discurso a favor de los indultos, hasta llegar a la magnanimidad. Una grandeza de ánimo que viene a sustituir el castigo y la concordia, términos que usó antes sin demasiado éxito.

Así, mientras una España el domingo saldrá a la calle para intentar rentabilizar los indultos en beneficio propio, Cataluña insiste en la pelea. Queda demostrado que el procés no hace prisioneros. Ni admite disensiones. Como muestra, Oriol Junqueras. El líder de Esquerra que, recordémoslo, está en la cárcel por haber sacado adelante el referéndum del 1 de octubre de 2017, se aleja de la unilateralidad para acomodarse en el diálogo. Esto, de manual de primero de política, ha reavivado unas brasas, las del procés, que parecían medio apagadas. Así, desde el sofá de casa, el ala más extrema del independentismo se ha ofendido y ya se atreve tildar de traidor al líder republicano. ¿Osados? ¿Qué no lo es desde hace un tiempo en Catalunya?.

Tras el fracaso de la DUI, que nos otorgó una independencia de 56 segundos, Junqueras entiende que por este camino no vamos bien, y busca otro alternativo, y elige el del diálogo con el Estado. Desengañémonos, no renuncia a la DUI, pero, visto el éxito, deja de priorizarla. Y acepta unos indultos que otros, desde el sofá de casa, rechazan, valientes. Tampoco renuncia a la amnistía, pero no hace ascos a los indultos, y con su carta allana el camino de Sánchez, a quien también le llueven las críticas por tirar adelante la medida de gracia. Todo ello, lo que vendría a ser una negociación política.

Y los otros en la plaza de Colón, ladrando.

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