Al filo de lo imposible

El 14 de febrero Cataluña celebró elecciones para elegir a los representantes de los ciudadanos en su Parlamento, a pesar del intento de Pere Aragonés, actual presidente del gobierno en funciones, de suspenderlas sine die, con la excusa de que no se podría garantizar la seguridad.

Las elecciones, caracterizadas por una elevada abstención, dieron la mayoría de escaños y votos al PSC. Vox entró por primera vez en la Cámara catalana y los demás partidos fueron gravemente castigados por las urnas. Lo más relevante fue que ERC, por primera vez en 90 años, tiene la opción de gobernar Cataluña y sacarnos de dudas de si es realmente de izquierdas; los resultados permiten alternancia democrática y ofrecen mucho juego si se sabe actuar con inteligencia.

Teniendo en cuenta el número de votos, del total emitidos, resulta lo siguiente:

Pacto de izquierdas (PSC, ERC, ECP): 74 escaños, 51,19% de votos y 417.769 votos perdidos.

Pacto independentista (ERC, JxCat, CUP): 74 escaños, 48,05% de votos y 718.644 votos pérdidos.

Es obvio que, a igualdad de escaños, el pacto de izquierdas tiene más legitimidad democrática: supera en más del 3% en votos al pacto independentista, e incorpora a la formación ganadora de las elecciones, el PSC. Des del punto de vista tendencial, pierde 300.000 votos menos que la segunda opción y ofrece más oportunidades para resultar exitosa y estable por estar en sintonía con el pacto que existe en el gobierno de España. La otra, en cambio, insiste en repetir lo que ya fue un fracaso y es difícil obtener estabilidad entre socios antisistema alejados ideológicamente, cuyo nexo es la independencia, pero con visiones encontradas de cómo llevarla a término y con un modelo de futuro sin concretar.

Pero, hasta ahora, no parece haber buenos mimbres. El 12 de marzo se constituyó la Mesa del Parlament, que además de no representar la pluralidad de la cámara, es la mejor opción para impedir que se gobierne de una forma efectiva y razonable, incluso desde una óptica independentista. Y el 26 de marzo se realizó el primer debate de investidura, tan fallido, que JxCat aseguró que tampoco le darían oportunidad a Aragonés en una segunda vuelta, que a su vez se presentaba a la investidura con un acuerdo con la CUP que lo someterá a una moción de confianza al cabo de dos años. Empezamos mal…

Cataluña necesita recuperarse de los traumas que ha vivido:  crisis económica, corrupción del partido de referencia del periodo democrático de Catalunya, reducción drástica del estado del bienestar al tiempo que se fomenta la administración clientelar de lo público, proceso independentista basado en el fomento del odio y la confrontación, pandemia dudosamente gestionada y crisis económica derivada de todos los procesos anteriores. De todo ello, nos venden discursos de “pasar pantalla”, en un intento de malos gobernantes, de escurrir el bulto.

Los resultados en las urnas abren la posibilidad de reconstruir la salud económica y el bienestar ciudadano, posibilitan la negociación para suavizar las condiciones de los lideres independentistas encarcelados o huidos de la justicia y sobre todo: permiten elaborar una propuesta de encaje de Cataluña en España, de cariz federalizante, al que la mayoría de los ciudadanos votarían positivamente en un referéndum, según las encuestas de opinión del CEO, en cuanto al modelo de estado preferido para España en primera y segunda opción.

¿Por qué Aragonés opta por la peor de las opciones? ¿Se siente cómodo haciendo de trapecista en el filo de la navaja o le ha dado por practicar deportes de riesgo y emoción? Humildemente creo que el independentismo está atrapado en su propio patrón de pensamiento, que lo hará caer en los mismos errores una y otra vez. Desde ese relato bien construido a partir de falsas premisas sólo se puede salir volviendo al principio, cambiando los axiomas sobre lo que se construye todo lo demás, o mirando a vista de pájaro el laberinto. También podría servir un buen libro de autoayuda que incorpore lo que Edward de Bono llamó Lateral Thinking, que propone caminos distintos a los empleados por el razonamiento lógico tradicional, favoreciendo perspectivas novedosas para lidiar en un mundo complejo. Pero claro, para que resulte exitoso, se requiere cierto entrenamiento en este tipo de razonamiento.

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