Entre el nuevo clan de Joan Laporta destaca la presencia de Víctor Valdés, probablemente el único de los cientos de jugadores de la Masia de los últimos 40 años que ha perdido por el camino esos valores y educación que son propios y sello del estilo de formación de la mejor escuela de fútbol del mundo.
No es extraño que alguien como Laporta, que refleja exclusivamente el lado oscuro de lo que es el Barça, y alguien como Valdés, que prácticamente se ha dedicado a exhibir su anti -barcelonismo desde que perdió sus facultades bajo palos, se hayan puesto de acuerdo en un minuto.
Valdés se fue del club del peor modo posible, proclamando que su único deseo era evitar que el Barça pudiera ganar un solo euro con su traspaso cuando el club le ofreció renovar, asegurándose así un contrato en muy buenas condiciones a su edad, y le prometió facilitar su marcha al Mónaco con el que ya tenía un preacuerdo.
El destino le tenía preparado un desenlace terrible, pues se lesionó de gravedad sin tener contrato con el club azulgrana y el club francés decidió no contratarlo al no haber superado la revisión médica. Por avaricia, despecho y egoísmo lo perdió absolutamente todo.
Aún así, Josep Maria Bartomeu le volvió a abrir las puertas del Barça varios años después como entrenador de uno de los equipos estrella del fútbol base, de categoría juvenil. El gesto, inmerecido para Valdés y de una generosidad inigualable por parte de Bartomeu, se lo devolvió con un comportamiento impresentable, despótico y desajustado respecto de los valores esenciales del club hasta que debió ser despedido.
Víctor Valdés llegó a negarse a jugar un partido porque se le cruzaban los cables sin tener en cuenta la imagen y los compromisos del club. Un desastre y una decepción para todo el barcelonismo.
Su reencuentro con el laportismo se entiende como una alianza natural entre dos de los personajes más nefastos del entorno oscuro del Barça.
