Por quién doblan las campanas

No necesita el nacionalismo catalán preguntarse por quién doblan a duelo las campanas. “Doblan por ti”, como dijo el poeta, compositor y político inglés John Donne, en su Meditación XVII. También las hay que suenan, alegres, los días de Pascua.

Ensordecidos por los coros tertulianos, cegados por las pantallas, enfeudados a los marcos mentales dominantes, quizás adscritos a los milagros, o hartos, no faltaron quiénes en la noche del 14-F creyeron que aquí no había pasado nada. Y se equivocaban. Porque, afinando el oído, tras el estruendo, sonaban los tañidos de duelo que, a la hora de hacer las cuentas, se traduce en una pérdida de 380.231 votos de JxC (40,09%) y de 332.254 (35,5%) de Esquerra. Total 712.485. Algo que desborda el mundo dividido en bloques, la dicotomía nacionalistas-no nacionalistas.

Claro que muchos de estos centenares de miles de votantes a las grandes deidades independentistas no lo hicieron en esta ocasión por culpa de la covid-19. Exactamente igual que quienes por la misma razón no votaron a otros partidos. Lo que habría que preguntarse es, si más allá del virus, qué ha podido influir en el electorado nacionalista para escaquearse en este 14-F. ¿No será que la covid-19 está ayudando a algunos a caerse del caballo, como Pablo de Tarso? ¿Que se haya instituido en socorrido pretexto íntimo para ir pasando página? ¿Que magia, en fin, empieza a ceder terreno? En cualquier caso, poco arde el fuego sagrado si algo de lluvia o de prevención al contagio logran apagarlo.

El luctuoso sonido de las campanas nacionalistas, tras el 14-F, no resuena solo en el abstracto universo de los datos, en el clamor de las redes, en titulares más o menos interesados. Basta levantar la vista para constatar que las banderas han abandonado los balcones y las solapas vuelven a la vida civil. Algo, mucho, está cambiado y el 14-F así lo constata.

También tocan, desde luego, tristes, muy tristes, las campanas por Ciudadanos. No podía ser menos. Casi un millón de votos menos. “Dios me los dio. Dios me los quitó. Alabado sea su santo nombre”, cabría decir a este propósito, remedando al santo Job. A Ciudadanos acudió muchísima gente como tabla de salvación en el naufragio “procesista”. Aquella tabla se quedó en eso. No supo o no pudo transformarla en embarcación capaz de seguir navegando en el proceloso mar catalán. Requiescat in pace.

Otras campanas también suenan a muerte por los Comunes. 131.714 votos menos (40,36%). Se podrán hacer los sordos y no celebrar funerales, cosa a la que ya están acostumbrados, pero ahí están las actas. Parecidas a las del PP, que ha perdido 76.603 votos (41,24%), hasta deslizarse de la irrelevancia a la casi nada. Y hasta por la CUP, paradigma de furia activista, resuena algún campanazo fatal: 6.159 votos menos (3,15%).

Como las campanas no solo tocan a muerto, a raíz del 14-F también se empiezan a oír las que en la Iglesia Católica llaman de Pascua; las que en vísperas de fiesta se alegran y avisan del hecho a los vecinos. Comienza escuchándose el sonido agudo de la más pequeña, con timidez, pero luego se unen a la fiesta, cada vez más decididas y con mayor fuerza, el resto del campanario. Estas campanas suenan por el PSC que, a contrapelo de las cifras negativas dominantes, gana 46.199 votos (7,61%).

Cierto que algo de este sonido también parece sonar por Vox. Algo natural, al calor de lo que ocurre en otros lugares, y que nos recuerda que Cataluña no es diferente de España, sino todo lo contrario. 

Al fondo, lúgubres, especialmente luctuosas, como si procedieran de la laguna Estigia, suenan sobre todo las campanas que anuncian los funerales del pujolismo. El 14-F certifica el fin de la larga agonía de un régimen que, con procedimientos monárquicos, a dedo, ha ido encadenando los mandatos de Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra. Amortizados ya, como se dice en economía. Que Dios los tenga en su gloria…

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