Ha habido suficiente con que el candidato a la presidencia del Barça Toni Freixa levantara un poco la voz, marcara distancias con Víctor Font y le diera un tirón de orejas al expresidente Joan Laporta para que, de repente, fuera víctima de sucesivos y organizados ataques desatados de tres de los defensores en Twitter del expresidente y nuevo candidato a la presidencia del Barça, dentro de este mundo dominado por el insulto, la mala educación, la intolerancia y el pensamiento único.
Los tres personajes, Xavier Sala i Martín, Enric Masip y Pilar Rahola, responden a este perfil de laportistas que ladran y muerden compulsivamente cuando el amo hace chasquear los dedos. Reconociendo que están muy entrenados, ayer se lanzaron sobre Toni Freixa en diferentes oleadas para mentir, faltar al respeto, intentar ridiculizar y humillar al candidato que, como Toni Freixa, va remontando posiciones. No importa el como, vía libre a la metodología de la injuria y el ultraje con tal de sumar un like y de ganarse los hazmerreíres de los suyos, eso sí sin un solo argumento electoral o barcelonista.
El circo de tres pistas en el cual actúan está dominado por esta desagradable sensación del totalitarismo, especialmente en cuanto al ámbito político e ideológico en el cual Pilar Rahola, que ni es socia, no admite ni tolera la libertad ni la verdadera independencia de las personas, que son muchas, que no han convertido el independentismo catalán en su particular chollo profesional.
Rahola es una laportista fanática sin más explicación que la de su relación personal y su descarada lealtad hacia un expresidente del Barça que en veintitrés años de vivir del Barça no ha dado la menor muestra de demócrata, que se ha aprovechado del cargo, que le debe dinero al club, que lo dejó sin participación social, que engañó a los socios y que lo arruinó como volverá a hacerlo irremediablemente si gana. Un expresidente como Laporta que entre las Rahola, los Puigdemont, los Pujol, los Macià Alavedra, narcotraficantes de renombre, agentes FIFA sin escrúpulos, magnates del porno, dictadores sanguinarios y una prensa pusilánime y corrupta, su verdadero entorno, continúa pareciendo un ciudadano de fiar.
No hace falta descubrir ahora el rufianismo de Xavier Sala i Martín, que no era ni socio del Barça cuando Laporta salió elegido presidente del Barça en 2003, que tuvo que esperar a tener un año de antigüedad para ser nombrado presidente de la comisión económica primero y tesorero después, es decir máximo responsable del descalabro económico y de los trapicheos frecuentes del mandato de Joan Laporta, una verdadera enciclopedia de despropósitos financieros, opacidad y pérdidas.
El profesor, presuntamente capacitado para llevar las cuentas del club, solo se equivocó de 90 millones de euros de déficit en la presentación de sus cuentas de la temporada 2009-10, un ridículo histórico, de vergüenza, que solo alguien con una cara dura como la suya y la de sus compinches Joan Laporta i Joan Oliver, corresponsables de gastarse 47 millones que lo Barça no tenía, repetirían destruyendo otro club, el Reus, hasta hacerlo desaparecer porque, evidentemente, no disponía de los recursos y la resistencia del Barça.
Qué decir, finalmente, de Enric Masip, un exjugador sin ningún otro talento fuera de la pista de balonmano que el de esconder bajo su pinta de guardaespaldas su verdadero y triste papel de escudero desmemoriado, ignorando y chico para todo. Laporta lo adoptó como miembro de su guardia de corps para fiestas y operaciones en las cuales siempre queda bien un chófer de espaldas anchas. Su problema fue perder el contrato cien veces por encima de su capacidad técnica y de trabajo en el staff del equipo de balonmano cuando Laporta dejó de ser presidente. Desde entonces mendiga y sueña con la vuelta en el Barça de Laporta sin sospechar que si gana continuará siendo como ahora un chófer mal pagado. Todo esto no está en Twitter, sino en la vida real.
