«Es posible vivir con bienestar material relativo consumiendo mucha menos energía y recursos»

Joaquim Sempere le ha puesto el original título de Las cenizas de Prometeo a su último libro, editado por Pasado&Presente. El subtítulo que añade da una idea de qué va: "Transición energética y socialismo". Doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona y licenciado en Sociología por la de Nanterre, se implicó a fondo en la lucha contra el franquismo y en los primeros años de la democracia recuperada como dirigente del PSUC y el PCE. Se ha especializado en los temas de medio ambiente y fue uno de los fundadores del Colectivo por un Nuevo Modelo Energético y Social.

¿Por qué el título de Las cenizas de Prometeo?

Prometeo ha pasado a ser el símbolo de la civilización técnica. Es aquel héroe que robó el fuego de los dioses para entregarlo a los hombres y que pudieran desarrollar su técnica. Estamos en una etapa histórica en la que todo aquel triunfalismo que podíamos exhibir respecto a los éxitos de la técnica se pone en cuestión. Se encuentran los límites y los aspectos negativos de este desarrollo técnico. La idea de cenizas por ahí. Estamos al final de una época de tecnología que ha resultado también muy destructiva y hay que repensarlo todo.

¿Capitalismo y preservación del Planeta y el medio ambiente son incompatibles?

Sí. El capitalismo es un sistema que no puede funcionar si no es con expansión permanente. El crecimiento del valor, el crecimiento de los beneficios y la acumulación de capital forman parte inherente del sistema. Esto es nocivo para el Planeta, para la biosfera, porque significa una carrera permanente para apoderarse y utilizar más y más sectores de la biosfera y también del subsuelo, de la corteza terrestre donde están los minerales que estamos explotando a fondo. Cuando digo que el capitalismo es inviable en el futuro no quiero decir ni una economía de mercado ni una economía donde haya propiedad privada, quiero decir, sobre todo, un sistema que es intrínsecamente expansivo y que lleva a una colonización incesante, un apoderamiento ambicioso, sin límite. Esto es incompatible con la vida humana, con la vida humana civilizada.

Habla de un pasado que no acaba de morir y de un futuro que está perdido en la niebla. ¿Acabará muriendo el pasado que hipoteca este futuro que necesita la Humanidad?

No acaba de morir. De hecho, en la conciencia colectiva hay muy poca percepción de que estemos en el final de una época. La mayoría de mensajes que recibimos todavía se mueven dentro de los parámetros de esta industrialización sin fin, este consumo de energía creciente y creciente, este consumo de recursos naturales creciente y creciente… esto no acaba de morir. Hemos construido un sistema tan compacto, tan interdependiente, que cuesta romper uno de los eslabones de esta cadena para poder modificarla porque tocas un punto y quedan afectados muchos otros. La forma como se trató a Grecia en la crisis de 2008 indica la furia con que el sistema se defiende para no dejar que ningún eslabón pueda hacer su camino. Estas interdependencias nos tienen de manos y brazos atados y no nos permiten ni siquiera hacer experimentos locales para ir cambiando las cosas. Este es uno de los problemas grandes que yo veo en el presente.

El socialismo tampoco aportó, en el siglo pasado, la solución que hacía falta. Al menos, eso dice usted

Es que el socialismo que se practicó en los países gobernados por partidos comunistas no era consciente de la dependencia humana respecto de la biosfera y, por tanto, repitieron el modelo metabólico de la industrialización capitalista. Cuando digo modelo metabólico quiero decir las interacciones con la naturaleza. La industrialización soviética y ahora la china siguen las mismas pautas. Por este camino vamos al desastre. Me inquieta mucho la evolución de China. Por un lado es evidente que ha sacado de la miseria a cientos de millones de personas. La situación presente está llena de interrogantes que no tengo resueltos. Seguramente, China está hoy en mejores condiciones que antes para emprender una evolución hacia una sociedad más sostenible, pero serán necesarios muchos cambios, una orientación muy diferente de la que está teniendo ahora. Si China, con sus 1.400 millones de habitantes, sigue por el camino del saqueo de la biosfera y de la corteza de la Tierra, dentro de unos cuantos años nos podemos encontrar con problemas muy grandes en todas partes. Por ejemplo, se habla de la electrificación, de las baterías, etcétera. Las baterías funcionan básicamente con litio. Me pregunto si China hace la apuesta clara por la electrificación del transporte y, por tanto, se pone a comprar litio desesperadamente en todas partes donde lo encuentre, ¿quedará para los demás? Y quien dice China, dice Estados Unidos y los demás países que tienen una potencia económica, técnica o militar que les permita apoderarse de los recursos que son cada vez más escasos. No olvidemos que cuando hablamos de recursos minerales estamos hablando de recursos que se agotan irremisiblemente.

Cada verano nos recuerdan los científicos que ya hemos consumido lo que el Planeta es capaz de generar en todo un año. ¿Hasta cuándo puede durar esta situación?

Esto va a peor. La fecha de agotamiento retrocede más. Aquí estamos hablando de recursos renovables. Estamos sobreexplotando los bosques, las tierras fértiles, la pesca, etcétera. Pero ¿y los recursos no renovables? Son los del subsuelo, recursos materiales. Es de conocimiento común que carbón, petróleo y gas se agotan. Y se agotarán en la segunda mitad de este siglo. Los cálculos más solventes que conocemos van por ahí. Se habla de que la solución son las renovables y es evidente que es así, pero las renovables tienen un problema y es que necesitan metales y espacio para capturar esta energía indefinida que nos llega del sol, sobre todo. También hay energías que no vienen del sol como la geotérmica o la de las mareas, que viene de la gravitación de la luna, pero la básica es la energía solar. Se ha calculado que si quisiésemos mantener el consumo energético que hoy tenemos gracias al carbón, petróleo, gas y uranio, los metales que se necesitarían para fabricar todos los aerogeneradores, placas fotovoltaicas,… se agotarían en pocos años. Vamos hacia una situación de escasez. Tendremos que pasar con menos recursos de los que creemos. Comenzará por una escasez de energía. Tendremos que redimensionar totalmente nuestros gastos energéticos gracias al ahorro y la eficiencia. Así y todo, seguramente tendremos que renunciar a muchas cosas. Por eso se habla cada vez más de decrecimiento. No sólo detener el crecimiento sino revertirlo, pasar con menos. Es posible vivir con un buen bienestar material relativo consumiendo mucha menos energía y muchos menos recursos. Para ello es necesaria una transformación muy grande en muchos sectores. Por ejemplo, pasar a una agricultura ecológica, abandonar totalmente, evidentemente, las energías fósiles y sustituirlas por renovables, reducir el transporte. Con la pandemia de la Covid hemos descubierto que tenemos que importar respiradores para los hospitales desde lugares situados a miles de kilómetros. Mucha gente ha visto que era una tontería. Importamos manzanas de Nueva Zelanda, naranjas de Sudáfrica o Israel. ¡Tenemos un mundo con una división del trabajo a escala mundial tan demencial! Los mares están surcados permanentemente de barcos, las autopistas de camiones, los trenes cargados de mercancías que van arriba y abajo. Todo esto se tiene que racionalizar. El transporte consume casi la mitad de la energía que consumimos. Se está poniendo de moda la producción y consumo de proximidad. Y luego cosas más desagradables para todos. Habrá que reducir el turismo. Esta idea que hemos asumido de que todos podemos viajar a las antípodas cada año se acabará. Hay muchas otras líneas de reducción de la producción y el consumo como es combatir la obsolescencia provocada, incentivar el reciclaje de materiales y de artefactos, complementar la industria que tenemos con una industria de la reparación; es decir, hacer durar más los artefactos y fabricar de manera que se puedan reparar fácilmente cuando se estropean…

A los políticos les encanta explicar a los ciudadanos que los países que gobiernan crecen. ¿Asumirán algún día que hay que explicar a la ciudadanía que la decisión adecuada es optar por el decrecimiento?

Seguro que no. Y no sólo los políticos sino que la opinión pública está absolutamente impregnada de esta idea. Esto es un drama. Se puede ir superando si uno es capaz de imaginar otras formas de producir que nos generen un bienestar material suficiente con muchos menos recursos. En España nos gastamos 50.000 millones de euros anuales, el 5% del PIB, en importar carbón, petróleo, gas y uranio. Si cambiamos a un sistema totalmente renovable de estos 50.000 millones nos ahorraríamos la inmensa mayoría. Lo único que deberíamos hacer es importar algunos metales que nos faltan, fabricar los aerogeneradores,… podríamos ahorrar treinta, cuarenta o más miles de millones de euros. A nivel contable significaría reducir el PIB pero a nivel de efectividad no sólo mantendríamos el bienestar material sino que lo aumentaríamos porque, por ejemplo, no habría tanta polución atmosférica. La gente tiene que llegar a final de mes y no le vengas con historias. Tiene que conservar su puesto de trabajo. ¿Hay alguna posibilidad de que esto cambie? La única que veo será el agotamiento de las energías fósiles, cuando nos veremos en la situación que cada vez habrá menos gas y menos petróleo, que comenzará a haber restricciones de gasolina, o subirá el precio. Cuando nos vemos obligados a cambiar, queramos o no queramos, será el momento. Obligará a los empresarios y los gobiernos a cambiar y la gente tendrá que adaptarse a la fuerza y ​​tendrá que luchar para no ser una víctima propiciatoria sacrificada en el altar de los grandes beneficios empresariales. Si somos capaces de imaginar y construir un sistema productivo que proporcione los bienes y servicios que necesitamos no veo que la gente vaya a rechazarlo. Debemos construir una imagen de la riqueza en que la gente sepa, y lo comprendería todo el mundo, que las necesidades básicas son alimentación, vivienda, atención sanitaria y escuela. Estos son los cuatro grandes capítulos que si se asegura un acceso a ellos, que pueda ser modesto pero suficiente, estoy seguro de que mucha gente estaría dispuesta a renunciar a otras cosas que tenemos que ir considerando cada vez más lujos, como, por ejemplo, los viajes a grandes distancias. 

Hay quien dice que la pandemia del Covid-19 hace que cada vez haya más gente receptiva a argumentos como estos

Sí, seguramente, porque estos trastornos invitan a reconsiderar muchas cosas y, además, algunas ya se han visto, como la de los respiradores hospitalarios. O que si no podemos ir de vacaciones a las Bahamas podemos ir en Málaga o en Galicia. La gente ha visto que a veces las situaciones que se nos imponen no son tan dramáticas.

Muchas grandes empresas están desviando sus intereses de los combustibles fósiles hacia las energías renovables. ¿Nos podemos fiar de ellas?

Por un lado, nos tendremos que fiar parcialmente al menos, porque son las que tienen el dinero y ya están haciendo planes de inversión renovables. Eso será un paso adelante. No estoy en contra de las empresas privadas en sí. Son una forma de organización que continuará muchos años. Lo que no veo claro es que el sistema de la empresa privada y de la acumulación indefinida pueda subsistir. Las empresas privadas deberán hacer su propia transformación para aceptar que los estados, como representantes del pueblo, tienen mucho que decir en la planificación de la actividad económica y que, a veces, se deberán poner al servicio de los proyectos colectivos. Ahora lo veremos claramente en el Plan Nacional de Energía y Clima, que el Gobierno ya tiene preparado siguiendo las instrucciones de la Unión Europea. Las empresas privadas tendrán que adaptarse a esta planificación. Además, tendrán que aceptar unos márgenes de beneficios que probablemente no serán tan altos. Lo importante de una empresa es que no pierda dinero, no que gane millones y millones. El problema es que todas cotizan en Bolsa y quieren obtener beneficios que pueden ser alucinantes. La empresa privada tiene un papel que jugar pero cada vez más los imperativos sociales, marcados por las instituciones públicas representativas y democráticas, deben tener más peso en la determinación de la marcha de la economía.

En un capítulo del libro se plantea si tiene sentido hablar hoy de socialismo. ¿Lo tiene?

El socialismo, tal y como ha existido, ha cometido pecados capitales que lo han hecho un desastre desde el punto de vista ecológico pero también económico. La planificación estatal al cien por cien con una mínima o nula participación de la sociedad civil, de los empresarios, de los particulares, ha sido un desastre ecológico, económico y político. De todos modos, a pesar de este triple desastre, pienso que es posible alguna forma renovada de socialismo que sea compatible con la democracia. La democracia no es sólo un valor en sí sino que tiene la capacidad de ir corrigiendo sobre la marcha los defectos del sistema social, incluidos los económicos. El socialismo tiene dos virtudes. Admite y prioriza el papel del interés social por encima del interés individual. Y tiene la capacidad de regular y planificar la economía. Estas dos virtudes me hacen pensar que el futuro tendrá que pasar por algún tipo de socialismo. Y yo desearía que fuera un socialismo democrático. No está escrito que el futuro tenga que ser democrático. La regulación la pueden asumir regímenes autoritarios y despóticos. Hitler sacó a Alemania de la crisis del 29 con un régimen dictatorial brutal e impuso una regulación estatal que fue una de las claves de su éxito económico, de dar trabajo a todo el mundo. En su caso tenía trampa porque era una economía orientada a desencadenar una guerra. Tampoco podemos excluir futuras guerras y no podemos excluir que la regulación y la planificación la imponga una oligarquía despótica y, por tanto, la lucha por la democracia seguirá siendo un elemento fundamental si queremos construir un futuro civilizado, mantener las conquistas de la civilización y reorientar ecológicamente las cosas para que el futuro sea realmente viable y no vayamos hacia la destrucción, hacia una lucha de todos contra todos que podría ser una catástrofe y el final de la civilización.

¿Cuáles son los retos que más le preocupan? ¿La explotación abusiva del subsuelo? ¿El aumento de la temperatura? ¿La contaminación? ¿El deshielo de los polos? ¿La subida de nivel del mar? ¿Todo junto?

Todo junto, claro. Todo está ligado. Muchas veces la gente que habla de cambio climático no lo asocia con la quema de combustibles fósiles cuando es la causa fundamental y prácticamente única. Podemos hablar de la emisión de metano en los campos de arroz, en la ganadería vacuna, bovina, como agravantes del cambio climático, pero la causa principal es que quemamos carbón, gas y petróleo. No lo debemos olvidar. La quema de todo esto provoca sequías, aridez, migraciones, y provocará desastres meteorológicos cada vez mayores. Todo se suma. Debemos actuar de forma multilateral, en todos los frentes, sabiendo que la transición energética a las renovables es la clave de todo.

Concluye el libro diciendo que la única salida racional que tenemos es la apuesta por la supervivencia, la vida y la fraternidad. ¿Quién tiene que hacer esta apuesta para que la Humanidad acabe ganando la partida?

La tenemos que hacer todos pero principalmente los que ya tenemos asumidos estos valores como positivos. No tenemos que esperar que la hagan Trump ni Bolsonaro, que, evidentemente, tienen otro sistema de valores. Justamente, el hecho de que existen Trumps y Bolsonaros es inquietante porque no dejarán el poder sin luchar y, por tanto, nos tenemos que preparar para situaciones donde es muy importante la cohesión colectiva. La opción por la paz no excluye defenderse de las agresiones y las guerras. Hay que agrupar el máximo de fuerzas posibles de todo el mundo.

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