Hace falta un cambio de modelo

La pandemia ha hecho visible, de forma tan clara, la depredación humana que no damos abasto. De entrada, la acción sobre la naturaleza ha sufrido una frenada en seco durante el estado de alarma y esto se ha notado: los animales, las plantas, los ríos… han vuelto a su lugar y han mejorado su salud, mientras la nuestra se tambaleaba. Las ciudades han parado su energía habitual y los cantos de pájaros y el silencio sustituía a los motores y los cláxones.

Los vehículos de motor han sido sustituidos por bicicletas de forma bastante común. Los cascos urbanos se llenaban de bicicletas a medida que podíamos ocupar las calles y no sólo como vehículo deportivo sino como medio de transporte habitual. Los talleres no daban abasto, la recuperación y venta de bicicletas ha sido un fenómeno. Si bien, ya hace tiempo, que mucha gente había sustituido el transporte público y de motor por la bicicleta -eléctrica o de tracción humana-, ahora ha sido un descubrimiento muy mayoritario.

En paralelo, se han hecho visibles las carencias, que no son pocas. Ámbitos como la sanidad, la educación o los servicios sociales, que hacían posible el estado del bienestar -ya bastante malogrado a partir de las sucesivas crisis- han sufrido los efectos de los recortes, no subsanados, desde 2012. La saturación de las UVI y hospitales, la escasez de recursos online para la educación o el fracaso de la gestión de la Renta Garantizada Ciudadana o el Ingreso Mínimo Vital son un ejemplo sangriento.

En este contexto, el teletrabajo se ha destapado como la gran estafa. La mayoría de personas que podían y tenían que teletrebajar han encontrado infraestructuras fallidas y una carencia de estrategia evidente. Conciliar, vivir y teletrebajar se han evidenciado como imposibles y a la vez sobrecarga sobre la clase trabajadora -posiblemente, sin generalizar, la menos precarizada que no se veía obligada a la presencialidad-. Llevamos años hablando de sociedad 2.0 y nos hemos encontrado todo manga por hombro.

Otro ámbito, que queda en segundo plano pero no por eso es menos importante, es la red viaria. Tenemos una red viaria pensada para vehículos privados de forma casi exclusiva, se suma el hecho de la mala salud de gran parte del transporte público interurbano. Carreteras sin aceras para peatones y ciclistas o autobuses que unen poblaciones desde la estación ferroviaria y que salen minutos antes de la hora prevista de llegada del tren. Si bien esto era un mal que ya sufríamos ahora se ha hecho más evidente que hay que avanzar, repensar y dar calidad a la red viaria y de transporte público.

Poco a poco lo que llaman "nueva normalidad" ha vuelto a llenar de ruido urbano nuestra cotidianidad. La bicicleta -o el tránsito a pie- en tiempos de Covid ha ocupado un espacio importante, es un transporte individual, económico, y ha favorecido los criterios de distanciamiento social. La escasez de carriles bicicleta urbanos -a pesar de que muchos municipios han aprovechado para aumentarlos- e interurbanos, la casi inexistencia de espacios de aparcamiento seguros, la carencia de espacio en las carreteras, la falta de rutas seguras para los desplazamientos… añadido al espacio predominante para los vehículos de motor y la carencia de respeto del común, pero sobre todo, de la carencia de estrategia real -más allá y anterior a la pandemia- de dotar de espacio a una movilidad mejor y más sostenible no hace posible hacerle lugar de forma segura, confortable y cotidiana. La convivencia de vehículos de tracción mecánica, bicicletas y peatones no es fácil -como se ha demostrado últimamente en el Parque de Collserola-, es por eso que la importancia de una red viaria respetuosa y que haga sitio a la bicicleta es ahora una necesidad imperiosa.

El impulso de una movilidad sostenible pasa por un cambio de modelo y una estrategia clara. Las personas que se desplazan a pie o en bicicleta son las más vulnerables y las que más carencias encuentran. Está pendiente la necesaria y urgente mejora del transporte público -especialmente interurbano- y, también, la generación urgente de una red viaria que haga sitio a la bicicleta como medio de transporte, dotándola de una red ciclista urbana, interurbana y segura.

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