Josep Maria Bartomeu todavía tiene otra oportunidad

La dimisión que el entorno y la prensa le piden hoy colapsaría el club peligrosamente
Bartomeu

Las numerosas razones por las que Josep Maria Bartomeu y su junta podrían y seguramente tendrían que dimitir en este momento catastrófico no son suficientes para hacer este paso que, según se mire, puede parecer tan insensato e incomprensible como seguir dirigiendo el club una temporada más, la última prevista de su mandato.

La primera y principal radica en la naturaleza de unos estatutos y dinámica social que juegan a favor de la estabilidad y de la continuidad institucional. Ni es factible -sólo hipotéticamente- echarlo de la presidencia mediante un voto de censura porque así lo pretende la Ley del Deporte de Catalunya, muy exigente estatutariamente para  la que se necesitan los avales del 15% de los socios, o sea más de 15.000, y la celebración de una jornada de votación y una victoria efectiva de la petición superior a los dos tercios de los votantes. Si ahora es complicado recoger firmas, todavía lo es más organizar un día de votación en el Camp Nou, donde ni siquiera se permite que haya público en las gradas. Por lo menos hasta ahora y no parece que esto pueda cambiar.

Incluso en este supuesto, los plazos previstos probablemente situarían la decisión más allá de septiembre y, ganado el voto de censura, correspondería la toma de control del club por parte de una Comisión Gestora que, en cualquier caso, dispondría de tres meses para la celebración de unas elecciones, mínimo para primeros de noviembre.

Entonces ya no tendría sentido la entrada de una nueva junta sin posibilidad de escoger entrenador ni planificar la plantilla. Todo ello sería contraproducente para el normal desarrollo de la temporada no sólo deportivamente, también del cierre y liquidación del ejercicio que Josep Maria Bartomeu tiene que presentar ante la asamblea de compromisarios antes de finales de octubre de 2020.

Por lo tanto, a Bartomeu le queda todavía un cartucho enla recámara, una oportunidad para cerrar el mandato con dignidad, equilibrio económico y una planificación deportiva que, de una vez por todas, culmine la transición del mejor equipo de la historia del fútbol adoptando las medidas necesarias. La primera, por supuesto, destituir a Quique Setién, sin duda uno de los más grandes errores de la estructura deportiva de los últimos meses.

Sólo la actual junta puede afrontar en tiempo y forma la preparación de la próxima temporada. Nadie más si no se deja en manos de una gestora que, por otro lado, no tiene atribuciones para tomar decisiones que claramente son competencia de la directiva, como elegir un entrenador y planificar una temporada. De hecho no está autorizada a hacer actos de disposición más allá del mantenimiento estricto de la funcionalidad del club.

Josep Maria Bartomeu y su junta, además, no pueden dejar en manos ajenas la responsabilidad de presentar a la asamblea la liquidación de la temporada 2019-2020 al final de un ejercicio que presentará unos 150 millones de pérdidas y probablemente el regreso a una situación de fondos propios negativos por la caída excepcional de ingresos debido al impacto de la covid-19. Tampoco las previsiones son optimistas y, de hecho, la junta es responsable de acciones de marcada influencia en el ejercicio 2020-21 que ya ha arrancado.

La agitación y presión del entorno serán terribles contra Bartomeu, a quien se le está exigiendo la dimisión fulminante después de la mayor derrota europea del FC Barcelona. Otra cosa es que esta solución sea posible y beneficiosa para el club, social, deportiva y económicamente.

Bartomeu, pues, tiene otra oportunidad.

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