Bartomeu y la piedra en el zapato

La temporada acaba para el fútbol español. Esta será la temporada de la covid-19, la que ha enseñado que ni los todopoderosos están libres de un virus que ha puesto patas arriba la sociedad y la economía. El PIB español, dice Bruselas, caerá casi el 11% y las previsiones más catastrofistas ya apuntan a una crisis más severa que la de 2008. "Si en 2009 el PIB cayó alrededor del 4% y tuvimos crisis hasta el 2013, ¿qué tiene que pasar ahora?", me recordaba gente bien informada. Parece lógico, pues, que 2021 tampoco será un buen año, y las finanzas de los clubes de fútbol se resentirán, por muy fuertes que sean sus marcas o por mucho que se protejan.

En la entrevista que el presidente Josep Maria Bartomeu dio a RAC1 después de la publicación del informe de PwC sobre el Barçagate, ya advirtió que la reducción de ingresos podría ser significativa y esto obligaría a paralizar inversiones. De hecho, que el estadio no pueda recuperar su utilidad como lugar de consumo para los forofos y los turistas condicionará las arcas del Barça, y también del resto de clubes de primera división, que, con la globalización, han dejado de ser "activos comunitarios" para convertirse en "productos en un mercado", explica el sociólogo Jaime Cleland, de la Universidad de Loughborough, en un magnífico libro editado por Routledge (2015)
titulado A Sociology of Football in a Global Contexto.

El FC Barcelona afrontará la segunda temporada de la covid-19 teniendo que redefinir sus previsiones presupuestarias a la baja, con dudas sobre el césped porque la parcela deportiva tampoco anda fina, pero también con la mancha por la gestión del Barçagate. El informe presentado, a pesar de exculpar globalmente a la institución de las malas praxis en la red o de las acusaciones de Emili Rousaud, no lo hace en relación a los sistemas de contratación o la manera que ejecutivos y directivos han tenido de revisar y supervisar los trabajos contratados. Un modo de proceder que si el Barça se fiscalizara como la administración pública o como un partido político no se escaparía de la condena inmediata de la opinión pública; y sin esperar a ningún tipo de sentencia judicial.

Las conclusiones de la auditoría dejan claro que se firmaron hasta 11 contratos para hacer un mismo tipo de servicio con empresas "el objeto social de algunas de las cuales no tiene relación con el objeto del servicio de los contratos", y, además, "sin solicitar otras ofertas a proveedores". Ponen nuevamente a Jaume Masferrer y al departamento de presidencia en el ojo del huracán en cuanto a la supervisión de los trabajos que se llevaban a cabo –se constatan duplicidades entre varios deliveries–, la rendición de cuentas con el resto de miembros de la junta directiva, y certifican el conocimiento de la praxis en cuanto a la "intervención en conversaciones" a las redes.

La contundencia con que el portavoz Josep Vives presentó las conclusiones de la auditoría ante la prensa contrastaba con el dubitativo Josep Maria Bartomeu, horas después, ante la inquisidora entrevista de Jordi Basté. Por mucho que los titulares contundentes puedan esconder lo gris de las conclusiones del informe –o algunos periodistas descafeinasen la rueda de prensa con preguntas sobre el VAR–, hay que ser sinceros y pensar que en el Barça hay cosas que no se han hecho bien.

Vives habló de que era necesario controlar las conversaciones en la red para proteger la marca, y es cierto, pero lo justificó casi dogmáticamente, apelando a una cosa divina: la voluntad del socio. El fútbol tiene un consumo emocional y, por lo tanto, desde este prisma parecería lógico que socios y forofos estén dispuestos a santificar cualquier práctica de la organización para resguardar y preservar la
identidad del Barça de los enemigos externos. Pero, a pesar de las prácticas tribales que todavía envuelven el fútbol o a pesar de pensar que vivimos en una época en que la estética prevalece sobre la razón, que los forofos también se hayan transformado en consumidores juega a favor de pedir que estas nuevas multinacionales del entretenimiento también tengan comportamientos responsables, éticos e íntegros. La responsabilidad social de la organización va más allá de su Fundación, puesto que, dentro de una institución, todo se comunica.

En su último libro, L'ampolla mig plena (Pórtic, 2020), Oriol Amat pone al Barça como ejemplo de empresa transparente. Pero también advierte, citando al inversor Warren Buffett, que sólo si las empresas tienen integridad perduran durante años.

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