La gran manipulación del coronavirus

Una oleada de histeria colectiva se ha apoderado de la humanidad: el miedo a contraer el coronavirus. Esta nueva enfermedad, una variante de la gripe común, ha provocado, desde su detección en China, el pasado mes de diciembre, unos 100.000 casos diagnosticados y unas 3.000 víctimas mortales.

No se trata de relativizar la importancia del Covid-19 ni la necesidad de prevenir el contagio. Pero nos encontramos ante un fenómeno mediático, multiplicado exponencialmente por las redes sociales, que rebasa la magnitud real del problema de salud pública que afrontamos.

Solo hay que leer los informes y las cifras que da la Organización Mundial de la Salud (OMS) para contextualizar el impacto del coronavirus, más allá de todo el show que se ha montado y que ha trastornado la vida cotidiana de ciudades y de países enteros. En el ranking de enfermedades que provocan la muerte prematura y masiva de los seres humanos encontramos otras de mucho más letales y extensas, pero que por el hecho de pasar mayoritariamente en países del Tercer Mundo no merecen todo el follón que genera actualmente el Covid-19.

Se calcula que el año pasado, la tuberculosis causó 1,6 millones de muertes en todo el mundo; el sida, a pesar de las intensivas campañas preventivas, todavía mató a más de 1 millón de personas; la gripe anual dejó 650.000 muertos; la malaria provocó unos 450.000 muertos, y el cólera, más de 100.000.

Junto a estos guarismos estremecedores, la propagación del coronavirus es muy limitada y la ratio de muertes que provoca, en relación con el número de contagios, es muy pequeña. Además, está constatado que afecta mayoritariamente a un segmento de edad –personas mayores de 60 años– que es muy propicio a enfermar al disminuir sus defensas inmunitarias naturales. Los niños y jóvenes diagnosticados constituyen la excepción de esta epidemia.

En cambio, la detección y limitada expansión del coronavirus ha causado un pánico universal sin precedentes. Empresas y escuelas cerradas, acontecimientos culturales, feriales y deportivos suspendidos, caída en picado de las bolsas, ralentización del comercio mundial, disminución del turismo, acaparamiento de alimentos… Una alarma que solo se explica por el efecto multiplicador de las nuevas tecnologías de la comunicación y la proliferación imparable de las fake news.

Se diría que la humanidad ha sido sometida a un perverso experimento de manipulación… que tiene unos beneficiarios directos: de entrada, las corporaciones farmacéuticas y los tiburones financieros que estos días se forran con la tormenta bursátil desatada en los mercados. Tarde o temprano se acabará sabiendo el porqué.

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