El presidente de la Generalitat, Quim Torra, se sentará en el banquillo de los acusados ante el juez. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha abierto juicio oral contra él por desobediencia por haberse resistido en su día a retirar de la fachada del palacio de la Generalitat, durante el periodo electoral, la pancarta y los lazos amarillos que reclamaban la libertad de los presos independentistas y el regreso de los que se marcharon. La jugada, en su momento, lo presentó como un resistente, como un presidente capaz de enfrentarse a decisiones que le parecen injustas y contrarias al proceso soberanista.
Pero esta posición la mantuvo poco tiempo y acabó retirando los símbolos igualmente, cambiándolos por unos de mucho más desatados de la campaña independentista. El resumen del episodio fue que primero hizo el valiente, pero al final acabó claudicando, y todo para recibir igualmente una querella por desobediencia. Todo ello parece que no tendría que dejar a Torra en muy buen lugar ante el constitucionalismo ni tampoco ante el independentismo que considera que cedió. Pero ahora que se abre juicio oral contra el presidente, su entorno interpreta la situación de manera muy diferente, y creen que el hecho de que Torra acabe ante un juez por un lazo amarillo reflota su imagen y lo hará aparecer como un nuevo héroe, como una nueva víctima de la denunciada represión española.
