Agujero negro

La galaxia independentista está a punto de ser tragada por un agujero negro de ego y yo tengo las palomitas preparadas para ver el espectáculo. No lo digo solo por la política catalana, donde no paramos de ver escenas de sofá entre amantes despechados, disputas maritales en despachos oficiales y evisceración de todo aquel que dice las cosas por su nombre, es decir, que todo es una estafa. Distraídos como estamos con este espectáculo lamentable no vemos el pollo que el procesismo tiene también en Barcelona. Porque si en el Parlamento los patriotas se tiran los platos a la cabeza y después hacen ver que se reconcilian, en la carrera enloquecida por desbancar a la hAda Colau los navajazos van que vuelan y la única paz posible es la del cementerio.

Me quedo con dos imágenes recientes. En la primera se ve a Ernest Maragall y a Alfred Bosch en la plaza Sant Jaume conversando como si fueran amigos. Digo como si lo fueran, porque Bosch no saca las manos de los bolsillos y mira a un punto fijo del infinito mientras hace ver que escucha. El título es delirante: “Traspaso de poderes entre Alfred Bosch y Ernest Maragall”. Que yo sepa, nada de traspaso porque hasta el 26 de octubre no se vuelven a celebrar primarias en ERC. En todo caso, un dedazo como una casa. El mismo Tete lo admite sin vergüenza al explicar que ha sido Oriol Junqueras quien le ha pedido personalmente que se presente. “Si estoy aquí es porque sé que lo podemos hacer bien”, afirma, dejando claro que Bosch lo ha hecho todo mal.

Es curioso cómo funciona la lógica democrática entre los republicanos. Se han hecho unas primarias que no han gustado a la cúpula y ahora se harán otras para arreglar la pifia. Sorprende que casi nadie se haya hecho eco de la candidatura alternativa a Maragall. La encabeza Xavier Martínez Gil, del Casal del Ensanche. El insensato republicano sabe que no tiene nada que hacer y supongo que por eso pone a parir al oráculo de Lledoners. No solo recuerda que Bosch fue reelegido –a la búlgara- por la militancia barcelonesa, sino que su obligada renuncia ha dejado a ERC sin candidato a ocho meses de los comicios. Y sobre las primarias de chichinabo, pues que “el proceso se ha iniciado de forma poco regular, al postular el candidato saliente a un nuevo candidato antes de que acabe el plazo de presentación de candidaturas”. Ya estás exiliándote, chaval.

Vuelvo a Ernest Maragall porque ahora es cuando toca hablar de la segunda imagen. Dice el prealcaldable republicano dos cosas interesantes: que nada de lista única con los convergentes tuneados y que duda que Neus Munté acabe siendo su cabeza de lista por Barcelona. Y entonces me viene a la cabeza el pleno municipal de septiembre, donde se aprobó la moción para que las nuevas promociones inmobiliarias y las grandes rehabilitaciones destinen un 30% a pisos protegidos. El 28 de septiembre todas las cámaras enfocaban a la delegación de activistas aplaudiendo cuando se aprobó la medida. Yo, como es habitual, miré hacia otro lado y vi en posición hierática a la Munté sentada en primera fila, siguiendo atentamente el pleno como una buena alumna. Me sorprendió verla sola, sin ninguna asistencia de la colección de asesores que acompañan a Xavier Trias en su último viaje político.

Como que la alcaldable postconvergente estaba sentada, no pude ver si las bambas horteras que le regaló hace unos meses Mercè Homs para que caminase por la ciudad cómodamente estaban ya gastadas. El regalo, entregado durante la presentación oficial de Munté como candidata del PDECat, estaba envenenado porque de la Homs –también en retirada- no se puede esperar otra cosa que maldades. El mensaje subliminal venía a decir una cosa así: espabílate, guapa, porque no tienes ni idea de Barcelona y a nosotros no nos gustan los paracaidistas impuestos. Con Antoni Vives –puesto por Artur Mas en la lista de Barcelona con calzador- pasó lo mismo y mirad cómo ha acabado.

Mientras Neus Munté toma notas en el palco de invitados, Ferran Mascarell y Jordi Graupera afilan los colmillos, uno en privado y el otro en público. Yo si fuera la ex consejera, no perdería de vista a ninguno de los dos, pero sobre todo al ex socialista reconvertido a la causa independentista. Graupera también necesita bambas pero Mascarell no. Conoce Barcelona y el engranaje municipal al detalle, tiene mucha experiencia en supervivencia política y nunca se le ve venir.

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