El presidente de la Generalitat, Quim Torra, viajó a Washington para inaugurar la parte catalana de la Smithsonian Folklife Festival. Desde el Palau de la Generalitat vendieron el viaje como la primera oportunidad del presidente para hacer relaciones internacionales. Política de alto nivel. Pero nada más lejos de la realidad. Más allá de los actos que organizó el mismo festival, que invitaba Cataluña a exponer su cultura tradicional, Torra no tuvo más que una raquítica agenda salpicada de banalidades.
De hecho, Smithsonian a parte, el presidente catalán inauguró una entidad privada que ha montado el antiguo delegado de la Generalitat en los EE.UU. -y que se dedicará a hacer el mismo que hacía la embajada y, por lo tanto, a hacerle la competencia al nuevo delegado-, y se vio con un grupo de abogados expertos en mediación y derechos humanos que, para remachar el clavo, en ningún momento se manifestaron dispuestos a ayudar Cataluña o los independentistas en su conflicto con el Estado.
El resto del tiempo que Torra pasó en Washington acabó siendo unas vacaciones pagadas por todos los catalanes. Fuentes del Palau de la Generalitat explican que visitó la Biblioteca del Congreso, el monumento a Lincoln o el cementerio de Arlington. Entre esto y el rato que se pasó con catalanes desplazados en los EE.UU. por el festival, el viaje acabó sirviendo de poco para las relaciones internacionales de Torra.
