La fórmula magistral

Alfred Bosch está tan acostumbrado a que la gente le increpe por la calle Escudellers como la gente a escuchar sus extravagancias dialécticas. El líder de los republicanos barceloneses es un personaje pintoresco bregado en mil batalles políticas, por eso cuando habla no puedo evitar acabar desconcertada porque nunca sé si ha dicho blanco o negro, si viene o va. Y no es que no esté acostumbrada a este lenguaje sinuoso que dice mucho pero no dice nada. Me estrené en este apasionante juego de la descodificación de enigmas en época del presidente Pasqual Maragall cuando Joaquim Nadal hacía de portavoz del tripartito. Sin embargo, con Bosch no hay forma por mucho que me grabe sus declaraciones y las escuche cincuenta veces.

El alcaldable republicano, escogido democráticamente en unas primarias donde no osó presentarse nadie más, ya ha puesto la directa hacia las elecciones municipales del año que viene y el jueves pasado presentó en una conferencia en la Escuela Industrial su proyecto para Barcelona. Lamentablemente no tuvo el impacto mediático de Jordi Graupera y si llegó al medio millar de espectadores fue porque ERC pasó lista y amenazó con el exilio a los que pretendían hacer campana. A Bosch, como vendedor de humo no hay quién le gane. Ahora ha encontrado la piedra filosofal para que la ciudad supere el descontrol provocado por la hAdaColau. Su fórmula magistral del éxito es la suma de talento, esfuerzo y colaboración. Y que cada uno entienda lo que quiera.

La Barcelona que imagina Bosch es una capital de las personas, «con personas y para las personas». Reflexiono y llego a la conclusión que Alberto Fernández Díaz, que ahora reclama pistolas taser para los urbanos para que se defiendan de manteros y ocupas, podría comprarle la frase. Sin embargo, no me rindo y sigo a la espera de la genialidad. Dice el dirigente republicano que cuando no se ha aplicado la fórmula Barcelona, la ciudad ha perdido brillo como ha pasado con el gobierno de BComú. «Claramente no ha funcionado porque no ha acabado de entender el ADN de la ciudad y de adoptar la fórmula Barcelona», remarca. Bosch, que aspiraba a gobernar con Colau, le acusa ahora de haber convertido la capital catalana en la «capital de los problemas» y con eso también coincide con el líder de los populares barceloneses. Suspiro resignada.

Como ejemplo de los supuestos problemas que ha creado el desgobierno de los comunes, el dirigente republicano nombra el turismo olvidando intencionadamente que él dio apoyo al PEUAT que tantas iras ha provocado en el sector turístico barcelonés. Y eso me recuerda un debate reciente organizado por su partido para hablar del modelo turístico con representantes de hoteles y apartamentos. Me consuela saber que no soy la única periodista que piensa que Bosch es el rey de la ambigüedad porque la redactora que firmó la crónica utilizaba el mismo adjetivo. Eso sí, la riqueza del vocabulario estuvo a la altura del experto africanista. Me quedo con dos palabras: zonificar y turismofília. Y que cada uno entienda lo que quiera. Otra vez.

Volviendo a la conferencia del jueves, Alfred Bosch avanzó algunas ideas de su programa electoral: un pacto por la vivienda que incluya a todos los agentes, la gratuidad de las guarderías y un plan de movilidad metropolitano que excluye la conexión de los tranvías. Por suerte, cuando yo ya empezaba a bostezar apareció el ramalazo daliniano que tanto caracteriza al escritor en barbecho. Si ERC gana las elecciones municipales, Barcelona tendrá una regidoría de pequeñas cosas que se encargará de arreglar los bancos rotos y de cambiar las bombillas porque ahora no hay ningún regidor que lo haga. No sé si Bosch tendrá tiempo para encontrar entre los cuadros de su partido personal capacitado para hacer de regidor lampista. Le deseo mucha suerte.

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