Autismo

Cuando se le interpela sobre cuestiones vitales, el «procés» no sabe, no contesta. Y con ello pone de manifiesto que carece de canales adecuados de comunicación, que su existencia discurre en una burbuja que, sencillamente, prefiere callarse por interés y cálculo político, o todo ello a la vez y más.

Al modo de las personas afectadas de autismo (trastorno psicológico que se caracteriza por la intensa concentración de alguien en su propio mundo interior y por la progresiva pérdida de contacto con la realidad exterior), el «procés» se llama andanas cuando se le pregunta porqué concibe y trata Cataluña solo a partir de una parte de ella y sin tener en cuenta la otra. Lo mismo ocurre a la hora de plantearle porqué se ha apoderado del gobierno de la Generalitat y lo ha puesto integralmente a su servicio, cuando su obligación es gobernar para todos.

El «procés» escurre el bulto cuando se le dice que está organizando un referéndum desde un parte y para una parte de los catalanes, lo cual constituye una ilegitimidad flagrante. Porque el propio planteamiento del referéndum conlleva la aceptación de que existen diversas posturas respecto a la cuestión y resulta absurdo, sino canalla, llamar a la gente a votar cuándo y cómo quiere una de las partes. Y, claro, en la lógica unilateral que le connota, el «procés» también se hace el loco cuando se le pregunta por la organización del referéndum, de todo punto de vista irregular.

Más grave resulta aún que, como quien oye llover, proclame unos resultados, que son cualquier cosa menos fiables y, en base a ellos, anuncia su intención de proclamar la independencia. No se siente interpelado el «procés» cuando se le pregunta cómo ha podido hacer todo eso mediante la ley del embudo, forzando al Parlament, de manera unilateral.

Tampoco responde el «procés« al porqué ANC y Omnium se han instituido en un poder político privado, que le habla de tú a tú al «govern«. No dice nada sobre la instrumentalización de la gente, la engañosa propaganda que va pasando de objetivos como quien pasa de página: de la independencia, a la democracia, la libertad, los derechos… y llegando así hasta el franquismo. Se llama andanas cuando se le pregunta dónde están los apoyos internacionales a la independencia que prometía o qué es de aquel eslogan de una «Cataluña independiente en Europa», de la Dinamarca del sur…

El «procés» permanece mudo cuando se le pide alguna pista sobre el «Nou país» que promete. ¿Lo deja en el limbo, para que así la gente se lo pueda construir a medida de sus sueños e ilusiones? ¿Tiene miedo a retratarse para no caer en el ridículo? O, sencillamente, no tiene nada que decir sobre ello. No dice tampoco nada cuando se le demanda porqué se ha salido de la legalidad. Tampoco cuando se le pregunta porqué se empeña en no llamar a las cosas por su nombre.

Impasible, el vicepresidente Oriol Junqueras no oye, no sabe/no contesta cuando se le interpela sobre la estampida de empresas en Cataluña. Simboliza, mejor que nada, el autismo que padece el proceso. Y así nos va.

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