Creatividad

En repetidas ocasiones, Artur Mas ha venido haciendo gala de la creatividad que connotaba al «procés». Ahora tenemos pruebas fehacientes de que tal inventiva no era sino una construcción mentirosa, orientada a engrosar de cualquier modo las adhesiones a la causa.

Es mentira la Cataluña que se han inventado y han vendido. Cataluña es, como ponen de manifiesto todas las elecciones democráticas que hemos tenido, políticamente plural. No son catalanes, como ha dicho Carme Forcadell, únicamente quienes votan a partidos nacionalistas, sino todo lo contrario. Tan catalán es quien vota al PP como a Esquerra. Ni más ni menos. Y así sucesivamente, porque Cataluña se expresa en catalán y en castellano y tan catalán es quien lo hace en una lengua como en la otra. Porque catalán es quien vive y trabaja en Cataluña, y ahora ni eso, porque mucha gente ni siquiera puede hacerlo. Sin embargo, la pantalla que se nos vende es la de una Cataluña única, que es su Cataluña.

Otra de las inmensas mentiras acuñadas por el «procés» es la de España como enemigo. De manera sistemática, el «procés» ha fabricado una España fea. España no solo roba a Cataluña, sino que es facha. La Constitución del 78 es continuismo franquista. España no es democrática. España nos humilla. España es Rajoy… Así, pasito a pasito, con la inestimable complicidad de los medios afines de creación de opinión, se produce la desconexión con España, su demonización.

Es una gran mentira el no-referéndum del 1-O como lo fue el 9-N de Mas. Su unilateralidad los deslegitima de raíz ¿Si su finalidad es dilucidar quiénes están a favor o en contra de algo, qué validez tiene que sea una de las partes quien lo decida, diseñe, convoque e interprete? Si, por añadidura, se hace al margen de la ley, la ilegitimidad se convierte en delito. Son mentira todos los eslógans que proclamaban cosas como «votar sí es democracia», «votar sí es libertad», «votar sí es votar contra la represión», etc. etc. Votar sí era votar sí a la independencia. Pura y simplemente. Y así lo entendió perfectamente el gentío de la manifestación del 8 de octubre que, por activa y por pasiva, reclamaba únicamente que quería seguir formando parte de España.

Es mentira que la gente ha venido movilizándose espontáneamente los 11 de septiembre, porque resulta obvio que tales escenarios han sido pensados y organizados meticulosamente por ANC, Òmnium y otros brazos armados del «procés». Es mentira que la gente espontáneamente inunda de banderas el paisaje. Es mentira que la gente espontáneamente salió a ocupar las escuelas para colocar las urnas, porque la verdad es que fueron los «creativos» quienes liaron a la gente, incluidos niños, para crear escudos humanos. Es mentira la imagen que se ha instalado en el imaginario público de una represión brutal contra pacíficos votantes. Es mentira que hubo 800 heridos. Es mentira que los manifestantes del día 8 venían de España. Es mentira que nos encontramos con dos legalidades en conflicto. Es mentira que no iba a pasar nada con las empresas. Es mentira que Europa nos apoya. Es mentira todo lo que dijo Carles Puigdemont el miércoles. Y en este estado de cosas, sólo nos queda desear de todo corazón que los mentirosos desaparezcan de la escena pública, porque parece la única manera de escapar de las mentiras, que no son otra cosa que una forma inmoral de entender la política.

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