La conjura de los necios

Si algo faltaba aquí, en Cataluña, y en el conjunto de España para corroborar que estamos gobernados por necios, ahí están los acontecimientos del 1-O.

La conjura de los necios (A confederacy of dunces) es una novela de John Kennedy Toole, publicada póstumamente en 1980 y ganadora del Pulitzer en 1981. Narra la vida de Ignatius J. Reilly, un ser inadaptado y anacrónico que sueña con que el modo de vida medieval, así como su moral, reinen de nuevo en el mundo. ¿Nos suena? ¿No parece una metáfora bien acabada de quienes actualmente ostentan el poder en la Generalitat y en la Moncloa? ¿No podrían hallarse similitudes entre Ignatius y los presidentes de ambas instituciones?

Lo de Puigdemont se veía venir. Desde el momento de la migración de Artur Mas del nacionalismo autonomista al independentista, hace ahora cinco años, se ha venido construyendo un artefacto, que se ha dado en llamar «procés». No le falta de nada. Discurso, con apuntalamiento ideológico hiperventilado; propaganda a tutiplén, sobre todo, claro, mediante la apropiación de los medios públicos; habilitación de instrumentos privados, como la ANC, para hacer parte del trabajo sucio; instrumentalización de la Administración, al servicio de la causa, etc. etc. etc.

¿Resultado? Desconexión psicológica de Cataluña del conjunto de España; creación de una burbuja nacionalista para consumo propio, mediante artificios innombrables; inhumación de cualquier cosa que tenga que ver con la cruda realidad social; ninguneo de la Cataluña que no colabora con sus proyectos; pérdida del sentido y la proporción de las cosas; avivamiento, en fin, de un incendio de gigantescas proporciones, que amenaza con llevarse todo por delante, etc. etc. etc.

Enfrente, el gobierno del PP: anacrónico, paquidérmico, peligroso y dañino. Su relato es el no relato. Le basta con seguir anclado en las pautas más trasnochadas del conservadurismo. Cultiva un nacionalismo vergonzante, soterrado, frailuno y en cuanto se le presenta la ocasión, goza luciendo músculo. Comparte con buena parte del nacionalismo catalán sagrados principios, como los relacionados con la propiedad, la moral o el robo bajo cuerda, se entienden en el lenguaje de la derecha y, desde luego, el sentido de la patria. Pone a disposición de sus intereses todos los resortes de poder posibles, públicos y privados, etc. etc. etc.

Pero como la historia ilustra, en muchas ocasiones los nacionalismos topan. Y cuando lo hacen, los efectos son demoledores, como así ponen, por ejemplo, de manifiesto los millones de muertos en las guerras mundiales. Aunque en su perverso juego también pueden retroalimentarse. Y esto es, sencillamente, lo que han venido haciendo el nacionalismo catalán, con la bandera del «procés» y el de Rajoy con la de la «la unidad nacional» o como se le quiera llamar. Así hasta el 1-O. Una conjura, la conjura de los necios, que si no somos capaces de atajarla puede acabar peor que el rosario de la aurora.

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