Cien Cataluñas pasan hambre en el mundo

No ocurría desde 2003. El número de personas que pasan hambre en el mundo había ido disminuyendo año tras año desde entonces. Era una cifra dolorosa, pero disminuía cada año, lo que permitía contemplarla con un mínimo optimismo. El último informe de la FAO, sin embargo, ha roto esta dinámica. En 2015 se calculaba que había 777 millones de personas en el mundo subalimentadas. El año pasado esta cifra alcanzó los 815 millones.

Este dato implica que pasan hambre 11 de cada 100 ciudadanos del Planeta. En 2015, esta situación inaceptable afectaba a un 10,6% de la Humanidad. El año pasado se llegó al 11%. Eso equivale a la población de 100 comunidades como la que vive en Cataluña o 17 veces la que vive en España.

El 1 de enero del año pasado comenzó el camino para alcanzar en 2030 los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por la Organización de las Naciones Unidas. El segundo de esos objetivos es «acabar con todas las formas de hambre y desnutrición en 2030 y velar por el acceso de todas las personas, en especial los niños, a una alimentación suficiente y nutritiva durante todo el año. Esta tarea implica promover prácticas agrícolas sostenibles a través del apoyo a pequeños agricultores y el acceso igualitario a la tierra, la tecnología y los mercados. Además, se requiere el fomento de la cooperación internacional para asegurar la inversión en la infraestructura y la tecnología necesaria para mejorar la productividad agrícola».

Faltan 13 años para llegar a 2030.

Es sabido que en el mundo hay suficientes alimentos para todos y todas los que lo habitan. Cuando hay un episodio acentuado de hambre en un rincón concreto del planeta, todo son prisas para llevar allí ayuda humanitaria, alimentos. Siempre se llega tarde. Las guerras, las sequías, la pobreza, el aumento del precio de los alimentos son los causantes de estos episodios.

El aumento del número de personas que pasan hambre es simultáneo al progreso de las ideologías populistas, chovinistas, patrióticas. El recurso al «nosotros primero» da votos y, tal vez, ventajas a los que forman parte del colectivo las necesidades y aspiraciones del cual se quiere priorizar. Pero hay que tener mucho estómago para cerrar los ojos a una actitud y a una dinámica que conllevan que al estómago de los que no están entre esos «primeros» no llegue la comida necesaria para vivir con dignidad. O, en los peor de los casos, incluso para sobrevivir.

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