Cuando Aylan reía

Id al portal aylankurdi.com. Lo encontraréis encabezado por una gran fotografía de dos niños pequeños risueños. Se trata de Aylan y Galip Kurdi. Ambos murieron ahogados cuando cruzaban el mar Mediterráneo entre Turquía y Grecia huyendo de la guerra en Siria. Con ellos murieron todos los miembros de la familia con la que viajaban. Sólo su padre sobrevivió. Este hombre telefoneó a su hermana que vive en Canadá y que, pese a sus intentos para que la familia viajara a ese país en avión, no pudo conseguirles los papeles y las autorizaciones necesarias. Y le dijo que Aylan, su hijo, aquel niño de tres años que ríe en la foto separado de su hermano por un osito de peluche, se había hecho famoso. Otra foto, la que lo mostraba muerto ahogado, boca abajo, mecido por el agua del mar en una costa turca aparecía en todos los grandes medios de comunicación de todo el mundo.

Aylan, Galip, su madre y otros familiares se ahogaron frente a las costas turcas el 2 de septiembre de 2015. Han pasado dos años. En este tiempo, en el Mediterráneo han muerto unos 500 menores más intentando también llegar a Europa. Ninguno de estos niños y niñas ha tenido el protagonismo mediático de Aylan.

Este domingo, la escritora Emma Riverola, en El Periódico de Catalunya, hace el ejercicio literario de suponer que un barco ( «por ejemplo, el Astral de Open Arms», escribe) llega a tiempo de salvar a Aylan y los suyos. Se lo imagina correteando por el barco con la risa que tenía en la fotografía que ilustra el portal de la Fundación que lo recuerda y que intenta ayudar hoy a niños y niñas refugiados como él.

Coincidiendo con este triste aniversario hemos sabido que siete mujeres africanas han muerto ahogadas cuando intentaban alcanzar Melilla con una frágil embarcación. Efectivos de la Guardia Civil la interceptaron y la hicieron volver a Marruecos. No llegaron vivas.

Emma Riverola podría escribir ahora otro artículo imaginando que los guardias civiles no rechazaban la barca sino que la acompañaban a buen puerto. No ha sido así. Ni para Aylan, ni para estas mujeres africanas, ni para las más de 2.000 personas que se han ahogado en el Mediterráneo en el tiempo que hemos consumido de 2017.

Podemos imaginar un mundo mejor, más justo, más solidario, más fraternal, pero la realidad nos lo deshace cada día. A pesar de los esfuerzos de gente como la de Proactiva Open Arms, y mucha más, que, a veces, llega a tiempo de evitar que el número de víctimas del egoísmo y la falta de corazón de muchos gobernantes sea aún más elevado.

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