Los ovarios de la Montero

Han pasado unos cuantos días, pero todavía me dura el regusto amargo en la boca que te deja la rabia. Algunos me dirán que no es para tanto, que los comentarios que hacen algunos hombres sobre las mujeres son eso, bromitas sin malicia que lo único que buscan es rebajar tensiones y alegrar al personal durante el aburrido debate parlamentario. Precisamente, ahora me viene a la memoria el eterno conflicto que tengo con un amigo por los chistes machistas que cuelga en su perfil y que el señor Facebook se emperra en que lea. Siempre le digo que no hacen ninguna gracia y él me responde que no me cabree y que dan risa igual si cambiamos el sexo de los protagonistas. Tengo ganas de decirle que si tanto da, por qué siempre cuelga chistes de mujeres gordas y feas que son unas brujas con los maridos, pero es una batalla perdida.

Que el machista niegue que sea un machista es un hecho habitual y las mujeres que queremos sobrevivir en este mundo lleno de testosterona lo tenemos que hacer pagando un elevado precio. Yo, para no pelearme día sí y día también con hombres acomplejados por el tamaño de sus genitales, he desarrollado en las orejas una especie de tapones que se activan en cuanto el cretino en cuestión se dispone a hacer algún comentario gracioso. En mi sector profesional las cosas han cambiado mucho. Ahora es una profesión muy feminizada, pero cuando yo empecé las mujeres éramos minoría y objeto continuo de exámenes y chistes. De mis compañeros de trabajo tuve que soportar comentarios groseros sobre mí y sobre otras mujeres periodistas, y también las bromitas de uno que se dedicaba a pasarnos el bolígrafo por la espalda hasta enganchar la tira del sujetador.

El machismo es un estado mental y es transversal. Los machistas de izquierdas siempre son peores que los de derechas sólo porque una no se espera el improperio y siempre me pilla desprevenida. Demostrar que si tienes éxito en tu ámbito profesional no es porque te acuestas con fulanito es tan agotador y da tanta rabia como tener que responder continuamente que el hecho de no haber querido ser madre no te hace ser lesbiana. Y si ya cuesta soportarlo en el mundo del periodismo, en el mundo de la política es todavía peor. Los reglamentos no contemplan las bajas maternales porque el poder es cosa de hombres y que una mujer que no llega a los treinta lleve el timón de una moción de censura contra el presidente más impresentable de la historia moderna española con el permiso de todos sus antecesores es inaceptable.

He de reconocer que las peyorativas referencias del portavoz popular a la diputada Irene Montero me han molestado mucho y todavía me escuecen. De la derecha he aguantado muchos comentarios machistas, pero siempre disfrazados de ese tono engañosamente elegante que te abre la puerta y te cede el paso mientras te mira el escote y te imagina sin bragas. Por eso me ha descolocado el tono macarra de Rafael Hernando atribuyendo a Montero su éxito político por ser la compañera sentimental de quien es en un intento de rebajar su mérito y despreciar sus aptitudes. Responder a la crítica política con la descalificación personal es habitual cuando no se tiene munición intelectual para rebatir al contrario. Por eso quiero decir a la portavoz del grupo parlamentario podemita que su rabia es la mía y que escuchándola avergonzando a los populares con dos ovarios he disfrutado mucho.

No sé si a la empoderada Irene Montero le servirá de consuelo explicarle que ella no es la única y que se tendrá que armar de paciencia mientras conseguimos acabar con todas las violencias contra las mujeres, empezando por la verbal. En Cataluña, las diputadas de la CUP también han tenido que aguantar muchas groserías –sobre todo de la derecha catalana- por pasearse por el Parlamento con las axilas sin depilar y sin sujetador, o por ser unas brujas como Anna Gabriel o Eulàlia Reguant en lugar de unas bellezas como Elsa Pataki, quien antes de triunfar en Hollywood por ser la esposa biónica de Thor, paseaba sus encantos por los mítines convergentes. Nos sobran razones para llorar de rabia pero también para no dejar pasar ni una.

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