Artur Mas dejó de ser presidente en enero del 2016. Pero pasar a ser ex presidente no está siendo fácil para el líder moral y formal del Partido Demócrata. Y es que todavía no tiene muy asumido que su papel ya no es el de antes, que él ya no está en el centro de la actualidad, que sus opiniones ya no pesan lo que pesaban, y que la importancia de lo que haga o diga ya no es la que había sido. Desde su oficina de ex presidente emite notas de prensa con actas que protagoniza Mas y a los que no va ningún periodista, escritos con opiniones que ningún medio acaba reproduciendo, y notas de agenda que no aparecen en ninguna parte.
Además, sigue buscando momentos de gloria mediática asistiendo allá donde se lo invita, pero sin darse cuenta que ya no es el reclamo que era antes, ni que si hay alguien del actual Gobierno o el propio presidente Carles Puigdemont él queda como una vieja gloria que busca su lugar. La prueba, aquella fotografía que se hicieron en la inauguración de la línea 9 del Metro de Barcelona hace unos meses, y que dejó a Mas arrinconado y como un ex presidente fuera de lugar, junto a Puigdemont, alcaldes y consejeros.
Tan poco asumido tiene su papel de ex presidente que alguno de los diputados de su partido admiten en privado que sigue haciendo llamadas y dando instrucciones como cuando era presidente, sin darse cuenta de que ninguna de sus recomendaciones se materializan si no cuentan con el permiso de Puigdemont. Y para muestra, la aceptación del referéndum unilateral, que nunca gustó a Mas y que Puigdemont ha asumido e impulsado sin complejos. Tiene tan poco asumido su papel de ex presidente que incluso desde su oficina lo denominan «129eno presidente de la Generalitat«, y todo para evitar denominarlo «ex presidente«. Quién sabe si lo que pretende, quizás, es volver a la presidencia.
