De los 400 de Millet a los 2.000 de Junts x Sí

Bajo la dirección de Jordi Argelaguet, el Centro de Estudios y Opinión (CEO) se ha convertido en una ‘estructura de Estado’ que guía y anticipa los escenarios políticos que decide, en cada momento, el ‘sanedrín procesista’ que gobierna la Generalitat desde hace cuatro años. Los resultados de las encuestas que divulga este organismo, dependiente del departamento de Presidencia, son totalmente ‘precocinados’, ‘cocinados’ y ‘recocinados’ con el objetivo de fijar las consignas que, con posterioridad, serán divulgadas a toda la sociedad catalana a través del potente aparato de medios de comunicación subvencionados, públicos y privados, que el gobierno tiene a su disposición.

Cualquier excusa es buena. En esta ocasión ha sido la encuesta correspondiente al segundo Ómnibus anual de la Generalitat, destinado, en principio, a conocer la valoración que hace la opinión pública sobre la gestión del gobierno del presidente Carles Puigdemont. Esta vez, el CEO ha encargado el trabajo a la empresa Instituto Apolda SL, que ha hecho 1.200 entrevistas presenciales.

Para mí, lo más interesante de esta encuesta es el trabajo de campo en que se fundamenta y que nos da una radiografía muy precisa de la sociedad catalana que, curiosamente, ha sido deliberadamente negligida en la proyección mediática que se ha hecho del estudio. ¿Cómo es la Cataluña del año 2016? Rascando en los resultados demoscópicos del segundo Ómnibus, encontramos respuestas ‘sorprendentes’, muy alejadas de los estereotipos que se nos intentan vender, con pesada insistencia, desde el poder político institucional.

De entrada, el Instituto Apolda SL detecta que la primera lengua de los catalanes… es el castellano (42,3%) y que el catalán lo es sólo para el 29,5%, mientras que los bilingües funcionales son el 20,5%

* Cuando pregunta por la identidad, resulta que las personas que se consideran más catalanas que españolas o sólo catalanas suman el 33,7% y que el 56% se inscriben, en diversa graduación, en el despectivamente llamado ‘bloque unionista

* En esta línea, el 71,6% considera que el clima de convivencia entre los autóctonos y los inmigrados es bueno o muy bueno

* Económicamente, el 41,8% de la población afirma que es de clase baja o media-baja y, en términos políticos, es mayoritario el segmento que se considera de centro-izquierda e izquierda (52,6%)

* También ganan quienes prefieren una sociedad más justa e igualitaria sobre quienes defienden la prevalencia de la libertad individual y, en este sentido, la opinión mayoritaria (58,1%) es que no se tienen que bajar los impuestos para poder mantener así los servicios públicos y las prestaciones sociales.

* Y, aviso a navegantes: el 53,9% prefiere que los represente un ciudadano normal en vez de un político profesional (25,8%)

Si hay que aceptar, para bien o para mal, la honestidad del trabajo de campo del Instituto Apolda SL, ésta es la «Cataluña real» que tenemos hoy: mayoritariamente castellanoparlante, con una acentuada conciencia social, refractaria a la profesionalización de la política, sensata y muy tolerante con los recién llegados.

¿Cuáles son los titulares que los medios de comunicación han trasladado a la opinión pública catalana sobre los resultados de la encuesta de este segundo Ómnibus de la Generalitat?

* El 82% de los catalanes están de acuerdo con que los diputados tienen que obedecer en todo momento la voluntad del pueblo (tú ya me entiendes…)

* El 62,5% de los catalanes están de acuerdo con las embajadas en el exterior (en realidad, la pregunta concreta hablaba de «delegaciones en el exterior para incrementar las inversiones, las exportaciones y para tener voz propia en el mundo»)

Obviamente, la sociedad catalana es muy rica y plural, llena de matices y también de frikis muy gritones. Pero el mainstream es el que, con un margen de error del 2,83%, nos describe el trabajo de campo del Instituto Apolda SL. La pregunta que hay que hacerse es: ¿resulta políticamente razonable tensar y castigar este ‘corpus social’ con la aprobación de unas leyes de transitoriedad jurídica para proclamar un Estado propio y convocar un referéndum unilateral de independencia? La respuesta es clara: no. Más allá de la propaganda y de la manipulación mediática, la realidad es la que es.

En esta Cataluña, ahora y aquí, el proceso independentista es artificial y, en todo caso, inmaduro, aunque el ruido sea monotemático y, a veces, ensordecedor. Por lo tanto, la política que dirige el presidente Carles Puigdemont -obligado democráticamente a gobernar para el conjunto de la sociedad catalana- es gravemente errónea y profundamente injusta. Está llevando el país por unos caminos tortuosos muy alejados de la mayoría social y esto, más allá de la aritmética coyuntural del Parlamento de Cataluña, es una irresponsabilidad inaceptable.

Fèlix Millet, antes de su caída a los infiernos por la estafa del Palau de la Música, explicaba que en Cataluña «somos unas 400 personas, nos encontramos en todas partes y siempre somos los mismos«. Con Junts x Sí en el poder, y con la CUP haciendo de monaguillos, este círculo de privilegiados se ha ampliado, con la canción de la independencia, a unas 2.000 personas: políticos profesionales, asesores, spin doctors, editores, opinadores, tertulianos, intelectuales enchufados, mobilizadores, cazasubvenciones, comunicólogos, marquetinianos… que parasitan y desangran los presupuestos públicos.

Indiferentes a la sociedad catalana «real» en la que viven, estas 2.000 personas mueven el ‘cotarro’… para mantener su ‘cotarro’. ¿Hasta cuándo?

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