Un cupero manresano y otro sancugatense

Faltaban 20 minutos para las 20h y la militancia cupera que no había vuelto a su casa -llevaban 11 horas de asamblea- entraba en masa hacia la pista cubierta de atletismo de Sabadell para conocer el resultado de la última votación: aquella que supuestamente acababa con la dicotomía Mas – marzo.

Unos apagaban los pitillos y todos discutían sobre política mientras entraban ordenadamente al pabellón. Los periodistas, que teníamos la entrada vetada, se quedaban algunos en la sala de prensa habilitada en un centro cívico a más de un kilómetro del pabellón y otros, pocos, alrededor del mismo recinto deportivo.

A las 20h sólo dos cuperos se quedaban afuera: un manresano y un sancugatense. A diferencia de los periodistas, ninguno de ellos quería vivir en directo el resultado. Cómo cuando un culer histérico prefiere ver algún tramo del partido desde los pasillos del Estadio.

Los dos -de hecho había un tercero de procedencia incierta- hablaban de la «responsabilidad» del resultado de la votación. Y, como los 3.000 restantes, discutían de política. Uno de los tres, además, se cargaba a las espaldas otra responsabilidad: una semana antes de la asamblea no se había inscrito porque no sabía si votar para favorecer la investidura de Artur Mas, o para oponerse. Dos días después, es decir, a cinco días de la asamblea había decidido votar. Y el día de la asamblea tenía «clarísimo» que votaría «no a Mas».

«Tal como han ido los resultados de las dos primeras votaciones espero que al final no venga de un voto», auguraba el joven.

Y fue de un voto. Del suyo y de tantos otros -conozco a 4 sin contar los que hayan podido salir en la prensa- que por problemas de última hora con el censo no fueron inscritos y no pudieron participar de la asamblea.

La CUP se equivoca con las macro asambleas, que se han demostrado poco útiles para confrontar ideas y poco prácticas para tomar decisiones. Delegar responsabilidades, la democracia representativa, agiliza estos procesos tan pesados.

Buena parte de la militancia y de los afines no estaba ni está preparada para tomar decisiones, como la de Mas – marzo. Ni lo tiene que estar. Su trabajo está en el día a día, desde los ateneos, los casales, la calle y las concejalías de los ayuntamientos. Cómo han hecho los últimos 20 años. Es lógico que la política nacional, por desconocimiento, les venga grande a algunos y les genere dudas y tensiones.

La CUP quiso hacer el salto a las instituciones del país sin adaptar su modus operandi. La experiencia parlamentaria les ha ido muy bien, pero hay errores que los pueden salir muy caros.

Coda:
Este artículo tiene banda sonora: «Don Vito y la revuelta en el frenopático», de Kortatu

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