Convergència ha muerto ¡Viva Catalunya!

Desbordada por la acumulación de casos de corrupción, Convergència Democràtica (CDC) está abocada a su desintegración. Durante 35 años, bajo el mandato férreo del clan Pujol –del cual Artur Mas es un apéndice instrumental-, los convergentes han hecho y deshecho en Catalunya como si fuera su finca particular. Después de la decisiva resolución de la asamblea de la CUP en el pabellón del Congost de Manresa de este domingo 29 de noviembre, una etapa se acaba. Artur Mas no será investido presidente y la última esperanza de reavivar la moribunda CDC se ha desvanecido.

Catalunya comienza una nueva página de la historia. Y lo hace en Manresa, una ciudad altamente simbólica. Aquí, en 1892, el catalanismo más conservador se reunió para aprobar el proyecto de las Bases para la Constitución Regional Catalana (las Bases de Manresa), bajo la tutela del obispo de Vic, Josep Torras i Bages. Y aquí, las bases de la CUP han decidido romper y enterrar esta concepción espuria del catalanismo que, de Francesc Cambó a Artur Mas, pasando por Jordi Pujol, ha mezclado asquerosamente los intereses de Catalunya con los intereses particulares de quienes, de manera histriónica e hipócrita, dicen amarla y defenderla.

Manresa es la sede operativa de la empresa israelí Iberpotash, que explota las minas de potasa de Súria y Sallent. Esta actividad extractiva ha provocado un desastre ecológico en la comarca del Bages, con la contaminación de los acuíferos, la salinización de la cuenca del Llobregat y la consolidación de las enormes montañas de residuos que destrozan el paisaje. Por razones inconfesables, CDC y el gobierno de Artur Mas protegen, de manera descarada, los intereses de Iberpotash y toleran los estragos irreversibles que provoca. Este es el paradigma de la «vieja» Catalunya que ahora muere y que la CUP ha decidido enterrar.

Sin salir del Bages: aquí, en 1994, se desató un pavoroso incendio que arrasó 45.000 hectáreas de bosque y cultivos, el más grave de la historia de Catalunya. Esta catástrofe ecológica fue consecuencia directa de la nefasta política forestal de la Generalitat convergente, que siempre ha primado los intereses de los propietarios privados de bosques en detrimento de la consideración de bien público que debe tener la naturaleza. La compañía Endesa ha sido declarada culpable del inicio de uno de los focos de este siniestro, debido al mal estado de conservación de las líneas eléctricas. Pues bien, 21 años después y a pesar de las reiteradas sentencias judiciales –la última, de la Audiencia de Barcelona-, Endesa se niega a pagar las indemnizaciones a los damnificados por este incendio y ha anunciado que presentará recurso ante el Tribunal Supremo.

En el consejo de administración de Endesa se sienta el «patriota» Miquel Roca y Junyent. Y el presidente del consejo asesor de Endesa en Catalunya es el «patriota» David Madí. De este consejo también formaba parte, antes de encabezar la lista de Junts pel Sí por Tarragona, el «patriota» Germà Bel. Este catalanismo espurio –ahora, travestido de soberanismo- ha hecho un gran daño a Catalunya y es justo y es la hora de que quede erradicado por siempre jamás.

Catalunya no se acaba sin CDC ni el independentismo affairista y subvencionado. Al contrario. Liberados de esta pesada losa y desinfectadas las cloacas, tenemos una Catalunya llena de gente espléndida que ha trabajado y trabaja generosamente para la construcción de una sociedad más justa y de un país mejor y más libre. El «no» de la CUP marca un punto y aparte que, desde ahora, tenemos que escribir todos juntos.

Que no se equivoquen la Assemblea Nacional Catalana (ANC) ni Esquerra Republicana (ERC): sin Artur Mas ni CDC, el proceso –deshaciéndose de este lastre- avanzará más rápidamente.

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