El ejército catalán de los estómagos agradecidos

Desde que llegó al poder, en 1980, Jordi Pujol implementó la práctica del ‘abrevadero’: la concesión a mansalva de subvenciones y de todo tipo de ayudas (adjudicaciones de contratos, estudios, externalizaciones, préstamos, avales…) a cargo de los Presupuestos de la Generalitat para crear una legión de estómagos agradecidos, dependientes de la ‘ubre’ pública y, en definitiva, de Convergència. La compra de complicidades y voluntades en ámbitos estratégicos de la sociedad catalana -sector financiero, medios de comunicación, asociaciones empresariales, entidades culturales, círculos intelectuales, caciques locales, Iglesia católica, centros de ocio…-tenía una finalidad primordial: la consolidación y la perpetuación de la dinastía Pujol, originaria de Darnius, en la cúspide del poder en Catalunya.

No hay ningún otro país de la Unión Europea donde la práctica del ‘abrevadero’ esté tan extendida y sea tan asquerosa como aquí. El pujolismo -que pervive actualmente en todo su esplendor, a pesar del descenso a los infiernos de la corrupción de su fundador- ha creado una sociedad enferma, fundamentada en el opio de la subvención y del «tú ya me entiendes». Las instituciones que han caído en manos convergentes -la Generalitat, pero también las diputaciones, los consejos comarcales y los ayuntamientos- se han convertido en ‘repartidoras’ que nutren un ejército de fieles fanatizados, dispuestos a todo para no perder sus pequeños privilegios. (¿Cuándo exhumará Ada Colau los escandalosos «muertos en el armario» que dejó Xavier Trias en el Ayuntamiento de Barcelona?).

Los planes sucesorios de la dinastía Pujol se fueron al garete en 2012, cuando una jueza de Lugo, Pilar de Lara, que investigaba una red de corrupción en Galicia (el caso Pokemon), descubrió casualmente, gracias a las escuchas telefónicas, que la trama también tenía ramificaciones en Catalunya y que estaba involucrado Oriol Pujol. Este hecho, y la posterior imputación de quien era secretario general de CDC y candidato in pectore a la presidencia de la Generalitat, marca el tiempo político que estamos viviendo. Los Pujol de Darnius no aceptan la evidencia: los han pillado con mierda hasta el cuello y esto, en las democracias occidentales, se paga con el ostracismo político y ante la administración de justicia. Desde la Diada del 2012, asistimos a la acelerada transformación de CDC al independentismo, un viejo sueño que en el actual contexto de la Unión Europea no tiene ni pies ni cabeza. Pero esta es la única escapatoria posible que tienen los Pujol para intentar salvarse del calvario procesal y del descrédito familiar.

En esta tesitura desesperada, el mecanismo del ‘abrevadero’ es más imprescindible que nunca y el presidente Artur Mas ha arruinado la Generalitat para alimentar a la ‘tropa’ que tiene por misión conseguir la impunidad de los Pujol. Los ‘soldados catalanes’ -mercenarios y voluntarios- tienen una misión sagrada: obedecer a ciegas.

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