El país del PSUC

Si Gregorio López-Raimundo volviera en vida y viera el panorama político de la Catalunya del 2015 esbozaría una sonrisa de oreja a oreja. Los herederos del viejo Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) han conseguido, finalmente, la amplia hegemonía institucional que, después de la muerte de Franco, le hurtaron Jordi Pujol (CDC) y Joan Reventós (PSC).

El PSUC, que fue el gran protagonista de la lucha antifranquista en Catalunya, fue el gran derrotado del sistema surgido de la Transición postfranquista. Este amargo revés en las urnas se vio agravado, además, por las destructivas batallas intestinas previas a la caída del Muro de Berlín, que provocaron la traumática escisión del partido entre eurocomunistas y leninistas.

Pero he aquí que esta larga travesía del desierto, de más de 35 años, se ha acabado de repente en esta Catalunya sacudida por el proceso secesionista y por la crisis económica de nunca acabar. La habilidosa transmutación de las viejas siglas del PSUC en la coalición Iniciativa per Catalunya-Verds y EUiA y el pacto con los núcleos catalanes de Podemos ha sido una fórmula de éxito en las pasadas elecciones municipales del 24-M, con la victoria de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona como máximo paradigma.

La autoridad moral de Jordi Borja, militante histórico del PSUC y ex-teniente de alcalde, en la actual coyuntura municipal de Barcelona es notoria. No en balde, es el presidente del Observatorio DESC, la plataforma desde la cual Ada Colau ha desplegado su meritorio activismo social.

Durante el franquismo, una de las grandes habilidades de los «psuqueros» era su capacidad de infiltración en todo tipo de entidades y asociaciones para incidir en su funcionamiento, de acuerdo con las directrices del partido. En la actualidad, la estrategia es, mutatis mutandis, la misma y provoca situaciones paradójicas y chocantes.

En las próximas elecciones del 27-S, dos herederos del viejo PSUC encabezarán las dos candidaturas supuestamente antagónicas que se disputarán la primacía en el Parlament de Catalunya: Raül Romeva, ex-eurodiputado por ICV y actual cabeza de lista de la coalición Junts pel Sí, que integra a CDC, ERC, la ANC y Òmnium; y Lluís Rabell, ex-militante de EUiA, escogido para encabezar el cartel de la plataforma Catalunya Sí que es Pot, formada por ICV-EUiA y Podemos.

Pero es que Muriel Casals, ex-presidenta de Òmnium Cultural y número 3 de Junts pel Sí, también procede de las filas del PSUC e ICV. Y el actual presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez, había sido hasta ahora la mano derecha del Síndic de Greuges y ex-secretario general del PSUC, Rafael Ribó.

Concediendo el primer lugar de la lista independentista a Raül Romeva, tanto Artur Mas como Oriol Junqueras han calculado mal la jugada. Les guste o no, la cara pública de esta coalición -y quien acaparará más protagonismo mediático- será el ex-eurodiputado de Iniciativa per Catalunya.

Desde ahora, para intentar comprender el guirigay del «proceso de transición nacional» catalán habrá que ir a la biblioteca y recuperar el ensayo de Lenin El derecho de las naciones a la autodeterminación. Tal vez aquí encontraremos las pistas para orientarnos en este complicado laberinto donde nos ha traído nuestra tortuosa historia y saber qué nos espera con la recuperada hegemonía «psuquera».

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