Albert Rivera, uno de los nuestros

Una vez más se demuestra cierto aquello de que los extremos se tocan. Si algo no podía esperarse Albert Rivera cuando inició su trayectoria política es que la acusaran de ser catalán. Él, que había cimentado todo su proyecto en la crítica a la inmersión lingüística y al nacionalismo catalán, ha visto cómo el delegado del Gobierno del PP en Andalucía, Antonio Sanz, exclamaba en un mitin: «A mí no me gusta que Andalucía se mande desde Catalunya. No quiero que en Andalucía mande un partido que se llama Ciudadanos, que tiene un presidente que se llama Albert».

Es una de esas expresiones que hace las delicias del mundo independentista (antes nacionalista y ahora nacionalista de nuevo) catalán. Lástima que en vez de referirse a Jordi Pujol o a Josep Lluís Carod Rovira, Antonio Sanz hablase del líder de un partido al que en Catalunya este mundo independentista lo tacha de anticatalán o, como mínimo, de obstáculo para el «proceso».

El exabrupto de Sanz equivaldría a Artur Mas diciendo que no quiere que a Catalunya la mande un partido que se llama Partido Socialista Obrero Español y que tiene como líder a un tal José Montilla. Ni Marta Ferrusola llegó a tanto, aunque quedó cerca.

Muchos catalanes han votado y pensaban votar a Ciudadanos porque veían este partido como más eficaz para contener al nacionalismo y al independentismo catalán que otras opciones a las que habían dado su voto con anterioridad. Ciudadanos ha quitado muchos votos al PSC en localidades del área metropolitana de Barcelona por este motivo. No sé si el delegado del Gobierno en Andalucía habrá conseguido atraer votos de Ciudadanos hacia el PP con su proclama xenófoba, pero quién sabe si no le habrá hecho un favor a los socialistas catalanes.

Albert Rivera ha pasado a ser, de la noche a la mañana, «uno de los nuestros». El siguiente paso es que lo inviten a las tertulias de TV3 y ElPuntAvuiTV.

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