¡Dejad a los niños en paz!

Este próximo sábado, 16 de junio, la plataforma Som Escola organiza una manifestación en Barcelona en defensa de la inmersión lingüística y en contra de la LOMCE del ministro José Ignacio Wert y de las sentencias del TSJC que obligan a que el 25% de la enseñanza sea en castellano en cinco escuelas de Catalunya. A la convocatoria de esta manifestación –que se camufla como un «pasacalle»– están llamados todos los miembros de la comunidad educativa: padres, madres, profesores y también los niños y los adolescentes. Para hacer más atractiva la presencia de los niños, los organizadores los sugieren que acudan disfrazados con cabezudos.

Se diría que la enseñanza del catalán está en peligro en Catalunya, como pasa en las Islas Baleares o al País Valenciano (y ya no digamos en la Catalunya Nord o L’Alguer). Esto no es cierto. Son fantasías paranoicas de los independentistas más obcecados, que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. Desde la recuperación de la Generalitat y gracias a las leyes de normalización lingüística, el uso del catalán está sólidamente afianzado en el sistema escolar y en la administración pública.

Otra cosa es que el uso de esta lengua en las calles y en los barrios de las grandes ciudades catalanas sea muy minoritario. ¿Por qué? Nos lo deberíamos cuestionar. ¿Por qué un chico que sabe que el catalán es la lengua oficial de Catalunya y ha hecho todo el ciclo escolar en el sistema de inmersión lingüística decide relacionarse en castellano con sus amigos? Sencillamente, lo hace como un gesto de rebeldía y de respuesta contra aquello que considera una imposición política.

Los catalanes nos consideramos unas víctimas de los opresores españoles pero, a la vez, somos vistos como unos verdugos por las otras comunidades lingüísticas que conviven en Catalunya. Hemos sido incapaces de convertir nuestra lengua en «seductora». Supuestamente –y me lo quiero creer-, los catalanes somos portadores de un mensaje a la humanidad de libertad, tolerancia, paz y fraternidad. Si esto fuera así, nuestra lengua sería apreciada por todos aquellos que no la hablan, que querrían emplearla para compartir estos valores.

Pero el nacionalismo catalán ha hecho mucho daño a la lengua catalana. Su larga hegemonía política no ha servido para construir un nuevo país. Al contrario. La corrupción ha sido y es moneda corriente en la Generalitat convergente. Los Mossos d’Esquadra han reproducido los peores métodos de la Policía Nacional y la Guardia Civil. TV3 censura y manipula como TVE. En esta época de recortes presupuestarios, los nacionalistas catalanes de CiU son como los nacionalistas españoles del PP: serviles con los poderes fácticos, implacables con la pobre gente.

El catalán, por consiguiente, ha dejado de ser una lengua atractiva y, además, corre el peligro de asociarse, a escala europea, a toda una serie de antivalores: intolerancia, xenofobia, confrontación y populismo identitario. El gran problema de la escuela catalana no es que la lengua catalana esté amenazada. El gran problema de la escuela catalana son los brutales recortes presupuestarios, la falta de maestros, las escuelas-barracón, la carencia de becas-comedor para atender las graves urgencias sociales del país, las escandalosas subvenciones que se dan a las escuelas privadas en detrimento de la enseñanza pública o las pésimas notas que obtenemos en los informes PISA que hace la OCDE.

Desde esta perspectiva, movilizar a los niños de Catalunya para que salgan a manifestarse el próximo día 16 en defensa del sistema de inmersión lingüística me parece una asquerosa manipulación que no hace más que incrementar el desprestigio de la lengua catalana. No podemos vivir en la mentira y en el autoengaño de manera sistemática. Esto nos ensucia y genera frustración.

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