La ley del Far West

Como en los viejos manuales trotskistas, nuestros independentistas de vanguardia no concentran sus ataques dialécticos y políticos contra sus «enemigos» naturales: los españolistas que quieren acabar con el actual Estado de las autonomías e imponer el castellano como lengua vehicular en las escuelas. No. El grueso de su «artillería» la apuntan contra los sectores posibilistas que, preservando la integridad del Estado español, proponen una modificación de la Constitución en clave federal para que Catalunya pueda blindar sus hechos y derechos diferenciales y sentirse «cómoda».

Ahora, el gran «papus» a desprestigiar y a combatir por el independentismo rampante es la llamada Tercera Vía. Esta Tercera Vía todavía no ha perfilado ni explicitado sus propuestas programáticas concretas. Todo llegará. Pero de entrada, y como en la ley del Far West, nuestros soberanistas primero disparan y después preguntan. La tirria y la fobia que los independentistas tienen a la Tercera Vía es patológica. No saben en qué consiste. Han oído hablar de ella, pero antes de entrar en debate ya la matan y la entierran.

Todos somos conscientes que la «cuarta carlistada» acabará sin vencedores ni vencidos. Ni ganará la independencia ni ganará la España «aznarista». Ganará el pacto y «el abrazo de Vergara»: la Tercera Vía. (Como es lógico, por otro lado, que pase en un país europeo enamorado de la democracia). Por consiguiente, y todos lo sabemos, la Tercera Vía es la única salida razonable que, antes o después, se abrirá camino.

Catalunya no sólo es el Born Centre Cultural. Catalunya, afortunadamente, es mucho más diversa y plural. Catalunya también es L’Hospitalet, Badalona, Sabadell, Santa Coloma de Gramenet, Terrassa, Sant Boi, Cornellà, Gavà, Sant Adrià del Besòs, Rubí, Viladecans, Cerdanyola… Y, sinceramente, la «temperatura independentista» que hay en estas ciudades y en gran parte de la sociedad catalana es más bien gélida.

Los soberanistas, si son inteligentes, sólo tienen una salida honorable: el pacto con el Estado español. La estrategia frontista del 9-N nos dirige, en cambio, a una «guerra» muy dolorosa que los catalanes tenemos, de antemano, perdida. Aquí nadie se chupa el dedo. El ‘derecho a decidir’ y la ‘consulta’ son eufemismos para dividir y enfrentar a la sociedad catalana en independentistas y antiindependentistas. ¿Y qué tenemos que hacer quienes, como yo y muchísimos más, no somos independentistas ni antiindependentistas?

Por eso los soberanistas atacan con furia a la Tercera Vía y a quienes la propugnan. Porque saben que esta es la solución sensata y que más conviene a la inmensa mayoría de la sociedad catalana y porque saben, aunque no lo quieran admitir, que esto es lo que tendremos. En vez de darnos golpes en el pecho y estamparnos la cabeza contra un muro ¿por qué no cogemos un pico y una pala y nos ponemos a trabajar para construir la Tercera Vía? La acabaremos antes, seremos felices y comeremos perdices.

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