Los portugueses llevan a la ruina a La Seda de Barcelona

Manuel Matos se dedicó a comprar empresas en crisis gracias al crédito que tenía la compañía catalana, pero quedándose grandes comisiones
Títol de la imatge
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La dramática destrucción del tejido industrial catalán tiene uno de sus episodios más tristes en la liquidación de La Seda de Barcelona (LSB), la emblemática fábrica del Prat de Llobregat, fundada en 1925. En el azarosa historia de esta empresa química hay dos momentos clave: en 1991, cuando la multinacional holandesa Akzo Nobel vendió la fábrica por una peseta al abogado barcelonés Jacinto Soler Padrón, y el 17 de junio del año pasado, cuando los gestores portugueses de LSB decidieron presentar concurso de acreedores.

Entre estas dos fechas, la compañía ha pasado por muchas vicisitudes. Recordamos, por ejemplo, que en 1993 se formó un consejo de administración de «salvación» en el cual estaban representados CDC, PSC y la UGT. Entre las personas que formaban parte figuraban el actual presidente de la Generalitat, Artur Mas; el actual secretario general de Presidencia de la Generalitat, Jordi Vilajoana; el actual vicepresidente institucional del FC Barcelona, Carles Vilarrubí; y el ex ministro de Industria, Joan Majó.

Huída hacia adelante
El panorama de la compañía cambia con la entrada en el accionariado, en 2001, del inversor portugués Manuel Matos Gil. Entonces, LSB comienza una enloquecida política expansiva, con la compra de fábricas químicas que pasaban por graves dificultades económicas en España, Portugal, Italia, Reino Unido, Francia, Bélgica, Alemania, Marruecos, Turquía, Grecia… Pero esa estrategia tenía «trampa». Manuel Matos compraba previamente estas industrias y las revendía automáticamente a La Seda, quedándose con un importante margen de intermediación. Esto obligó la empresa catalana a endeudarse y a endeudarse… hasta que la burbuja ha estallado.

Es decir, los «piratas» portugueses -que nunca formalizaron una OPA para quedarse formalmente con el control de LSB, a pesar de que, a la práctica, dominaban más del 30% del accionariado- utilizaron la compañía del Prat de Llobregat como escaparate para dedicarse a su verdadero negocio: ganar dinero con la compra a precios hinchados de empresas ruinosas. Además, colocaron personal de su estricta confianza en dos lugares clave de la compañía: el departamento de compras y el departamento de ventas, donde se generan importantes flujos de comisiones fuera de control.

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