Macià Alavedra

Macià Alavedra fue consejero de muchas cosas con Jordi Pujol. De Gobernación, Industria y Energía y Economía y Hacienda, para ser exactos. Fue uno de los fundadores de Esquerra Democràtica de Catalunya, junto con Ramon Trias Fargas. Tenía su qué que dos hombres de derechas como ellos fundaran un partido con este nombre que muy pronto se diluyó en la Convergència Democràtica de Pujol.

Algunas de las anécdotas más divertidas de mi trayectoria periodística están relacionadas con él.  Macià Alavedra y Lluís Prenafeta, la mano derecha de Pujol en los primeros años que presidió la Generalitat, lideraban lo que se conocía como 'sector de los negocios' de CDC, donde también andaba metido el hijo mayor y la mujer del presidente. Muchos convergentes confesaban en privado su rechazo a la forma de actuar de este sector pero en público todos callaban. Todavía lo hacen ahora. El oasis catalán era y es un poco esto.

Alavedra era un personaje divertido. Era evidente que le gustaba vivir y comer bien y le costaba entender que hubiera gente emperrada en buscarle las cosquillas porque mezclaba la gestión pública con sus intereses empresariales sin mucho rubor ni discreción. Yo era uno de estos, con artículos que publicábamos en el Diari de Barcelona en los tiempos en que lo dirigía Enric Sopena. Por eso, un día se me acercó en los pasillos del Parlament mostrándome su extrañeza por mi comportamiento. Utilizó una expresión que en aquella época era habitual. Ahora quizás no tanto. "¿Pero que le pasa a usted? ¿Es que va mal follado?", me preguntó. Me pareció sensacional.

Pero el momento más cinematográfico se produjo en su despacho del departamento de Economía y Finanzas, el mismo que se hizo famoso el 20 de septiembre de 2017 cuando entraban los guardias civiles y las secretarias lanzaban documentos por el patio de luces. Había quedado con un amigo para hablar con el jefe de prensa del departamento y mientras lo esperábamos en la recepción me acerqué a una fotocopiadora que había allí. levanté la tapa y vi un documento. A primer vistazo parecía interesante y lo metí en la bolsa que siempre llevo encima. Resultó que era un documento interno donde el gobierno catalán reconocía como impagados una serie de préstamos que beneficiaban a varios medios de comunicación y destacados empresarios y dirigentes convergentes.

Al día siguiente salía en la portada del Diari de Barcelona con un texto firmado por servidor. Me llegaron voces de que Alavedra se quería querellar conmigo. No lo hizo. Creo que no le gustaban los tribunales y ningún conflicto que no se pudiera resolver ante una buena comilona. Lo debe haber pasado mal estos últimos tiempos, acusado de cobrar comisiones turbias en operaciones urbanísticas en Santa Coloma de Gramenet. Lo acabaron condenando a dos años de prisión y una multa de 3,2 millones de euros. Se le veía mala cara en el banquillo de los acusados y también la última vez que lo vi, otra vez en el Parlament, cuando compareció en la Comisión del caso Pujol.

Alguien escribió hace años una biografía suya. Se dejó muchas cosas por explicar. Supongo que nunca lo hará nadie.

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